sábado, 23 de enero de 2010

Who is Pasolini?: un neurótico en acción


Todo esto debe ser considerado
como algo dicho por un personaje de novela

Roland Barthes


I. Sustituciones imaginarias. El neurótico es un deseoso. Está ávido de intervenir en la realidad. Quiere renombrarla. Como el poeta, desea, anhela. Representa las cosas y a sí mismo en relación con ellas. Entre la neurosis y el deseo, la familia y la sociedad. Intérprete y traductor. Hace de la mirada obsesión, establece relaciones, muestra. Da voz a su nervio y va dejando en sus libros los fragmentos de lo que Freud entendió para el neurótico como novela familiar. Doble movimiento: hacer el extrañamiento, alejar a los cercanos para luego volver a recrearlos en el espacio de las palabras. No otra cosa hace Pasolini en Who is me? Quizá por eso en Passione e Ideologia escribió: “dietro al testo esiste un uomo”. De pronto se hizo una pregunta similar a la de Montaigne. Uno dice ¿qué sé yo? El otro ¿quién soy yo? La respuesta, sospecho, implica la “responsabilidad” que tiene cada neurótico de saber qué hacer con su propia novela familiar, si no quiere ir a parar a una casa de reposo. Hay una tensión entre saber y ser. El ser “sabe” algo. Y cuando se sabe logra, a veces, ser, realizarse, vivirse, lo que implica el redescubrimiento de los orígenes a través de la poesía, al menos en Pasolini. Hay una tensión: la de nunca saberse del todo, en permanente imposibilidad de completar el “conócete a ti mismo" del Oráculo de Delfos (un largo intentar descubrirse a si mismo, así podría leerse el poema de Pasolini). ¿Qué lo impide? La realidad, la que frena el deseo. Por eso Who is me? Pregunta que al neurótico, en medio de la tensión por representar su dolor, se le fuga. Responderla sería acabar con el juego, cerrar el círculo. Pasolini, novelista fragmentario de sí, vivió un triángulo que irá deslizándose con el tiempo. Huyó de Casarsa con la madre amada con desmesura. Al padre, un fascista, lo detestó con ambigüedad:

justifico mi odio,
injusto, hacia ese pobre hombre: debo sin embargo
confesar que es un odio
horriblemente mezclado con compasión.


Después vendrán otras “madres”: Italia, Roma. En ellas buscará belleza y terror, iluminaciones y contradicciones. Sus otros “padres”: el Estado, el Partido Comunista. A ellos los confrontará con provocaciones. Juego de espejos: sustituciones imaginarias, simbólicas, compensatorias. Doble movimiento: refugio y fuga. Pasolini es capaz de inventarse “una situación” de sí mismo, de su novela familiar, de las luchas contra la dictadura de la realidad tal como es, aplastante. Ya decía Eliot que un exceso de realidad es insoportable. Y esto lo sospechaba Pasolini si miramos los abonos de su waste land personal:

yo vivía como puede vivir un condenado a muerte
siempre con esa inquietud como una cruz,
–deshonra, desocupación y miseria–.



II. Las íntimas palabras. Neurótico el que no deja de preguntarse por sí mismo. Y huye para no dejar de buscarse. Pasión neurótica, la de una vida escribiéndose. En sus páginas, la experiencia con el dialecto friulano: lengua dentro de otra lengua. Cada palabra conforma en torno a una situación un estado anímico. Pasolini, busca insertar las palabras friulanas en el orden institucional: la cultura italiana. Su fantasía estaría entonces en esa traslación y sustitución simbólica, en ese movimiento de sentidos en el que las palabras dialectales caerían dentro de la red de la lengua oficial hasta instalarse dentro de ella y quebrarla, extrañarla, subvertirla. Es el afán de utilizar el deseo para intervenir:

¿Es realmente necesario
introducir esa lengua viva en una lengua convencional,
para que después se libere y vuelva a ser la que es,
lengua viva, en el lector?
¿No sabe éste dialogar con la realidad?
¿Consiste el humilde valor del poeta en volver a evocarla tal como la ve?
¿Pero es esto serio?



III. Fragmentos de novela en la poesía (y hacia el cine). En Who is me?, hay al menos dos historias familiares. La de un primer libro que el padre de Pasolini recibió en Kenia. Y la huida con su madre hacia Roma. Dos “nudos”, puntos de inflexión vitales y estéticos. Pensando en Freud, el movimiento sería el de buscar una traslación, un equivalente. Quizá el escenario de las sustituciones estuvo en Italia. Me aventuro a decir que solamente desde la vivencia del campo y la ciudad puede surgir una mirada capaz de producir Comizzi d'amore. Con este calidoscopio documental Pasolini se ha puesto “en situación”. Gracias a su veloz perspicacia como entrevistador, logró un fresco social a partir del machismo, el sexismo, la homofobia, la prostitución, el matrimonio. Así introdujo a la bota en los procesos de su más íntima neurosis. Y dio “el salto”. Absolutamente moderno, “dejó” la poesía poéticamente y se puso a hacer “otra poesía”: en el cine. ¿Juegos imaginativos, delirios que pueden ser sosegados a través de la representación del deseo, angustia por la realidad cada más imposible de “resolver”? “La esencia misma de la neurosis –explicó Freud– como la de todo talento superior tienen por rasgo característico una actividad imaginativa de particular intensidad”. De Freud conocer a Pasolini, le diría esto: “Así, en estas fantasías vuelve a recuperar su plena vigencia la sobrevaloración que caracteriza los primeros años de la infancia”.


IV. Un personaje inconforme. ¿No dijo de sí mismo que era un masoquista, exhibicionista y masturbador? ¿No responde ya esto de cierta manera a la pregunta Who is Pasolini? Neurótico equivale a decir fabulador. Máquina creadora de analogías. Posible “venganza” a las restricciones que la realidad impone al placer. No sólo “extrañamiento de los padres”, como diría Freud, también de la vida: “leerla” políticamente, sacarla de sitio, descolocarla y volverla a situar en las fronteras de otros mundos, imposibles de materializar en lo real muchas veces, posibles en la imaginación, allí donde se logra recuperar cierta vigencia de sí. Esta sería la “venganza” simbólica contra su padre:

Allá donde se hablaba aquel dialecto, él se había
enamorado.
Se había enamorado de mi madre.

Así, mediante ella, ese mundo pequeño, inferior,
campesino, casi negro, que él despreciaba,
lo había convertido en un esclavo:
pero esta vez él tampoco lo sabía.
No sabía que su amo era ese amor


Un conflicto irresoluble: “más allá del destino”, dirá Pasolini. Politización de la novela familiar. “Hay, ciertamente, en mí, una voluntad general de no ser padre (de no asimilarme a mi padre ni a los padres en general”, dijo Pasolini en un artículo de 1968. Hay que recordar a Freud: el neurótico descubre a sus padres tal como son. Y lleva a cabo el extrañamiento de los otros y de sí para intentar escribir, adentro, aún sin saberlo, los fragmentos de su propia novela. Pero la añoranza por la madre y el padre, dice Freud, se va moviendo en dos estadios, desde la negación hasta la exaltación: “es sólo la expresión de la añoranza que el niño siente por aquel feliz tiempo pasado, cuando su padre le parecía el más noble y fuerte de los hombres, y su madre, la más bella y amorosa mujer”. ¿Búsqueda, encuentro y desencuentro constante en otros espejos?


V. Saberse incierto (cuestionamiento final, algo bufonesco). ¿Esto es una lectura de Pasolini “seria”? ¿Será una clave de lectura “válida” la de aventurarse en una pálida abstracción freudiana para leer la vida de Pasolini, o mejor, una representación de su vida que nos pasa a través de un libro? ¿No es una locura querer leer a Pasolini con Freud? Quizá el meollo del asunto esté en la necesidad de representar su malestar. ¿Pero no sería lo mejor intentar leer a Pasolini con Pasolini? Aquí caigo en lo que para mí es la pregunta de las preguntas en asuntos teóricos al menos: ¿cómo leer sin dejar de ser ese “personaje muy sospechoso” que es para Blanchot el comentarista de un texto? ¿No es también, como el mismo artista, bufón de una corte, la de incansables, amargados comentadores y anotadores, un fabulador quisquilloso, ventrílocuo de una delirante república, casi siempre odiado? ¿Quién de los presentes en su intimidad lectora, si tal cosa existe, no ha sentido alguna vez las ganas de lanzar a la basura las opiniones de un “comentarista”? ¿Alguien aquí no se ha sentido un poco bufón melancólico luego de “hacer una exégesis” y darse cuenta de su alejamiento de la palabra del autor? ¿Después de todo no está hecha la literatura de una colosal cadena de anotaciones que se comentan y se rechazan entre sí una y otra vez, de bufonadas que con el correr de los días van conformando “bloques” de escritura, “libros”, “obras”; acaso, me digo, no empieza todo en el fragmento, en ese espacio anterior al orden gramatical, incluso, en una corriente que acecha a la mano –puro impulso, nervadura– y la lleva a emborronar? ¿Se puede leer solo? ¿No se cuelan otras voces, las arengas de las marchas y demás miserias de la vida vecinal, el reggaeton a todo volumen, los susurros tramposos que vinculan una lectura con otra y otra? Quizá leer sea un acto oracular: preguntarse y confundirse a sí mismo, y si se puede, mirarse: descifrar la ficción que suele ser el yo. Mi manera de entender las cosas. Leer a Freud como literatura. Y a Pasolini como confesión, testimonio. Cruzar los cables. “He vivido en página de novela”, dice de sí mismo Pasolini en Who is me? Y no otra cosa ha sido esto, fragmentos de infrecuente anotador. Porque he querido leer, a secas. Solamente leer, como quizá Pasolini lo intentó. “Permítame el lector hablar, a mi vez, como lector: como desnudo lector”, escribió en su ensayo sobre Paladio y Citati. Y esto es lo que he querido hacer. Dudo haberlo logrado. Pero queda al menos la “preparación”, dirá Barthes, de estas páginas que permanecerán en el inacabamiento. También un posible camino hacia su disolución. Y repito con Pasolini: ¿Pero es esto serio?

1 comentario:

  1. La frase “clave” de la ponencia de Sebastiani podría ser: “Leer a Freud como literatura. Y a Pasolini como confesión” ; a partir de ella evoco ese juego de espejos con los que nuestro ponente evoca la novela pasoliniana, esa búsqueda de sustituciones, de pasionales neuróticas que van más allá de un niño dividido en cuatro etapas o de un feto ambiguo que se diluye entre los subterfugios del subconsciente. Alejandro Sebastiani lo sitúa alejado por el tiempo de esa suerte de “justificación” discriminatoria que tantas veces ha servido de excusa para la heterodoxia: el psicoanálisis. El propio Pasolini se confiesa, apoyado en el austríaco, evoca a Edipo, se oculta tras las imágenes… y es que su neurosis personal no es tan abierta como la política, esa que lo llevó al ara sacrificial… No podemos evitar, entonces, ver a Freud como simple retórica: Edipo se ha convertido en un ente demasiado grande… puede que todo esto no sea “serio” en el más formal sentido, pero eso, para el bufón, carece de importancia. ¡Bravo ragazzo! Tus fragmentos se tiñen de pasión neurótica.
    Laura Silva Nones.

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