miércoles, 27 de enero de 2010

Pasolini y la relación con su padre a partir de "Who is me: poeta de las cenizas"


Por Axrengey Sofía González Zambrano


Pier Paolo Pasolini fue un escritor, poeta y director de cine, nacido en 1922 en Bologna, la capital de la Emilia-Romagna y eje central del Partido Comunista Italiano. Casarsa, en la cercana región del Friuli-Venezia Giulia, fue durante su infancia el único lugar al cual sintió que pertenecía, pues la familia vivió en distintas ciudades del norte. En 1966, durante su estancia en Nueva York, escribe el poema autobiográfico Who is me: poeta delle ceneri, a la edad de 44 años.

En el poema se evidencia que el autor siempre tuvo una mala relación con su padre y que profesó gran amor a su madre, lo cual es el resultado de un Complejo de Edipo no resuelto. En el Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis, encontramos que para Freud el complejo tiene dos formas, la positiva y la negativa, y es la primera la que aplica para el triángulo Pasolini-padre-madre: “deseo de muerte del rival que es el personaje del mismo sexo y deseo sexual hacia el personaje del sexo opuesto” (p. 62), aunque en este caso ese deseo de muerte está representado en el odio, y el deseo sexual es, más bien, un amor infinito.

El desarrollo psicosexual posee cinco etapas: oral, anal, fálica, de latencia y genital. Durante la primera etapa, el niño recibe placer o satisfacción a través de la boca, es decir, al ser alimentado; en la segunda, el placer viene dado por el manejo de sus necesidades, de saber cuándo y cómo ir al baño; durante la tercera se pone de manifiesto el complejo como consecuencia del desarrollo de la libido; en la cuarta se da la resolución del Edipo; y en la última, se alcanza la madurez psicosexual y se hace la elección del objeto de amor. Los niños que no superan las etapas de forma satisfactoria son aquellos que no logran resolver el conflicto, que fue lo que le sucedió a Pasolini al fortalecer la relación con su progenitora, que era su fuente de todo placer y su modelo a seguir:
“Me contaba historias, cuentos, me los leía. Mi madre era como Sócrates para mí. Tenía, y tiene, una visión del mundo sin duda idealista e idealizada. Ella cree de verdad en el heroísmo, en la caridad, en la piedad, en la generosidad. Yo he absorbido todo eso de un modo casi patológico”.
Entrevista con Dacia Maraini en "Vogue", mayo de 1971

Como consecuencia del complejo, Pasolini expresa a lo largo del poema que su madre fue siempre lo más importante de su vida, al punto de representarla del modo más virginal de que fue capaz, como el ser más inocente y dulce del que se tuviera conocimiento. Esto, por supuesto, envilece más al padre pues ella representaba todo lo que él odiaba, todo lo que iba en contra de su ideología fascista, como lo eran el campo y sus dialectos que no contribuían a la unificación de Italia:
“Así, mediante ella, ese mundo pequeño, inferior,
campesino, casi negro, que él despreciaba,
lo había convertido en un esclavo:
pero esta vez él tampoco lo sabía.
No sabía que su amo era ese amor
que, a través de una mujer-niña (¡mi madre!),
bella, de cuello hermoso y un alma demasiado inocente
de ángel incapaz de vivir fuera de un pueblo, o del campo,
había frustrado todas sus certezas morales
de miserable hecho para ser él, el amo.”
(p. 25).

Aunado a la no resolución del Edipo, está el carácter neurótico del autor, que se explica a partir del ensayo “La novela familiar del neurótico”, donde Freud habla sobre las neurosis que sufre el niño por el “extrañamiento de los padres” (p. 1361), de acuerdo a las etapas edípicas. El mismo Pasolini habla sobre esto en la entrevista antes mencionada:
“Todas las noches esperaba con terror la hora de la cena porque sabía que llegarían las escenas (…) Inicialmente, hubo en mi una negación de la madre, que me generó una neurosis infantil. Tal neurosis me hizo volverme inquieto, poniendo en cada momento en tela de juicio el hecho mismo de estar en el mundo. (…) Cuando mi madre estaba a punto de parir empecé a padecer escozores en los ojos. Mi padre me inmovilizaba en la mesa de la cocina, me abría el ojo con los dedos y me echaba colirio. Fue a partir de ese momento simbólico cuando empecé a no querer ya a mi padre.”.

Es a partir de este hecho que Pasolini declara para sí mismo el rechazo por la figura paterna y se identifica con la figura materna porque, al igual que ella, se siente maltratado y despreciado por el señor de la casa, por la autoridad que intentaba corregirlo a como diera lugar, como si fuera un soldado más que estuviera bajo su mando. Así, como dice Freud, “el varón se inclina mucho más a desplegar impulsos hostiles contra el padre que contra la madre, y mucho más también a liberarse de aquél que de ésta” (p. 1361) y por tal razón, Pier Paolo se apegó a todo aquello que su padre odiaba: al dialecto friulano, heredado de su madre y al Comunismo, movimiento con el cual se identificó no sólo porque su padre militaba en el Fascismo (incluso le salvó la vida a Benito Mussolini), sino también por pertenecer a esa clase oprimida y proletaria, y por sentirse identificado con los partisanos que defendían la italianidad de la región en contraposición a la anexión con Alemania.

Pasolini explica entonces la relación que tenía con su padre: si bien no es una carta dirigida a él como la que hace Kafka, mucho de lo que allí dice tiene que ver con su progenitor, pues fue éste quien hizo de su hijo el hombre del que tenemos conocimiento. Claro está que no fue de manera consciente pero desarrolló en Pasolini ese ir contra las reglas de la época, contra lo que imperaba, contra lo que era la autoridad: el Fascismo, la burguesía, la Iglesia Católica y el ser y sentirse italiano.

La contradicción marca la relación de Pasolini con su padre, razón por la cual éste le dedica a aquél su primer libro Poesías a Casarsa, escrito en el dialecto de su madre, ese dialecto que tanto odiaba el padre por su misma posición de fascista, ese dialecto que era una contradicción a su propia ideología:
“Le produjo un placer inmenso recibirlo, lo sé:
éramos grandes enemigos,
pero nuestra enemistad formaba parte del destino, estaba más allá de nosotros.
Y la prueba de nuestro odio, prueba irrefutable,
prueba para una investigación científica que no falla
-que no puede fallar-
¡aquel libro dedicado a él
estaba escrito en dialecto friulano!
¡El dialecto de mi madre!
El dialecto de un mundo
pequeño, que él sólo podía despreciar
-o aceptar, en todo caso, con la paciencia de un padre…
Y esto por una contradicción previa:
¡otra de aquellas que no pueden engañar a los especialistas!
Allá donde se hablaba aquel dialecto, él se había enamorado.
Se había enamorado de mi madre.”
(p. 23).

Este amor representó una atadura para el padre, un lazo irrompible con todo aquello que despreciaba y, por ende, un motivo de desprecio por el hijo, fruto de la bajeza cometida.

Sin embargo, Pasolini reconoce haber sentido amor por su padre a través del recuerdo de éste orinando, cuando el autor contaba tan sólo con tres años de edad. Ya para el momento en que tiene “inmerecidamente cuarenta y cuatro años” (p. 29), habla de esa imagen como si ya no le perteneciera, como si fuera un espectador y no el protagonista, y en cierta forma, como si ya lo hubiera superado, pues desde ese momento supo que su padre no era un modelo a seguir y el padre se dio cuenta de que su hijo nunca seguiría sus pasos. Ese reconocimiento dio pie al odio, a “la enemistad que formaba parte del destino” (p. 23), que no se suavizó un poco hasta que escribe en el poema que ese sentimiento se ha “mezclado con compasión” (p. 27); aunque pareciera más bien que eso se da por un cambio en su objeto de odio, que ahora pasa a ser el Fascismo, y entonces adquiere un matiz político. Así, ese desprecio ya no se centra en el padre, sino en toda esa maquinaria totalitaria que imperaba en la Italia de su época, pues comenzó a ver al Estado como un ente autoritario, tal cual como mantenía la imagen de su progenitor.

Así, se opuso al régimen no sólo por su creencia comunista, su desprecio por el proceder burgués y por la simpatía profesada hacia peones y campesinos en general, sino también como una vía de oposición al padre en la que podía, de cierta forma, ganarle, aun cuando éste no tuviera consciencia de ello ni estuviera compitiendo con el hijo.



Bibliografía:

• Deleuze, Gilles y Félix Guattari. “Un Edipo demasiado grande” en Kafka, por una literatura menor. México, D.F.: Ediciones Era, S.A. de C.V., 1978.
• Freud, Sigmund. “La novela familiar del neurótico” en Obras Completas.
• Laplanche, Jean y Jean-Bertrand Pontalis. “Complejo de Edipo” y “Neurosis” en Diccionario de Psicoanálisis. Barcelona, Editorial Labor, S.A., 1994.
• Pasolini, Pier Paolo. Who is me. Poeta de las cenizas. Barcelona, DVD ediciones, S.L., 2002.
• Pier Paolo Pasolini (español): www.pasolini.net/espanol

1 comentario:

  1. Interesante propuesta nos presenta Axrengey, una lectura de Pasolini que el mismo autor haría de sí mismo: mirarse a través del espejo de Freud. Nuestra ponente quiere sumergirnos en el complejo mundo del psicoanálisis como buscando la explicación de esa realidad insoportable que Pasolini trataba de re-crear. Definitivamente, una valiente incursión...
    Laura Silva Nones.

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