lunes, 25 de enero de 2010

Pasolini: un voyeur que se mira a sí mismo

Johanna.N. Díaz. T

“Siempre he vivido dentro de un poema lírico, como cualquier obseso”
Pier Paolo Pasolini. Who is me?

I. La identidad del “sí mismo”

La configuración del “yo” en la literatura de Pasolini atraviesa por varias etapas de experimentación y autocrítica: desde la aparentemente inocente autoexplicación de sí mismo, hasta la versión mejor construida de su imagen como escritor. Sin embargo, la construcción de un personaje acorde a sus necesidades tanto literarias como políticas estaba condicionada, entre otros factores menos determinantes, por su sexualidad y las limitaciones y represiones inherentes a ella. Se afirmaría entonces que fue su sexualidad y no su género el que lo indujo hacia una autoexploración de sí mismo. Fue, precisamente, ese desprendimiento prematuro del gran absurdo social, el que impulsó su creatividad y lo condujo a la creación de una voz y una imagen tan política y socialmente aceptable que, inevitablemente, resultaba paródica. Siendo así, no era de extrañarse que su “moral” y su “ética” hayan sido cuestionadas repetidamente por la misma sociedad que, detrás de las cortinas, reía con morbo de lo que en sus textos y, posteriormente, en sus películas, se mostraba sin pudor.
Si como afirma Michell Foucault: “el cuidado de sí remite siempre a un estado político y erótico activo”, podría afirmarse también que la personalidad, o bien, la imagen creada por Pasolini a través de sus textos, fue solo la puerta de entrada al universo social dentro del cual formaría una voz y una ideología que, partiendo desde el interior mismo de la sociedad que lo juzgaba, derribó las barreras de la falsa modestia y el pudor impostado. En otras palabras, podría decirse que a través de la escritura, Pasolini pudo insertar la lanza de la victoria en el ojo juzgador de aquellos que lo observaron y repudiaron. Su “Yo”, es un “yo” producto de la auto-observación y, a la vez, de las críticas ponzoñosas de los otros. Mas, ¿cómo configurar un “yo” en medio de la multitud acechante y, más aun, desde la incomodidad generada por su sexualidad? Ya Who is me? procura un acercamiento a las razones que condujeron a Pasolini a transformarse en su propio objeto de adoración y, a su vez, en el arma de contestación de aquellos otros, sus iguales, quienes lo miraban sin poder expresarse. Ciertamente, el autor italiano se convirtió en bufón y en redentor. Y sin duda, seguía afirmando: “en cuanto a mí, a un inocente no le creen nunca” (Pág. 39).

Indudablemente, este largo poema autobiográfico es la muestra de cómo y por qué un escritor debe destruir y reconstruir su imagen a medida que avanza por los caminos intrincados de la interacción social. En el trascurso de su configuración como personaje literario, modelará su cuerpo textual de acuerdo a las circunstancias políticas -y judiciales- del momento. Así, Who is me? da cuenta de su lucha interna contra ese “sí mismo” impuesto por la sociedad y la presión familiar y, también, devela la transición que sufrió la voz del escritor italiano mientras se debatía entre ser y tan solo, aparentarlo. No era de extrañar entonces que recurriera a diversas estrategias para camuflar su inclinación y más aun, su visión: ambas, tan periféricas que causaban ruido en los oídos de los puritanos. Así, la mejor de sus estrategias fue la autobiografía; fue a través de ella que logró calar, si bien con descontento, en el seno de la sociedad de mediados de los ’50 y, estando dentro, convertirla en su más preciado objeto de crítica.

Ciertamente, presentarse ante la sociedad lectora como la víctima inocente de las circunstancias, generó en el público una actitud compasiva y por tanto, condescendiente. Una vez más, mostrarse como imaginaba ser y como quería ser recordado fue el arma más eficaz contra la realidad que lo oprimía y lo segregaba tan solo por ser “diferente”. Sin duda alguna, fue desde la diferencia que la escritura pasoliniana alcanzó su cometido: subvertir la visión de la sociedad de entonces. ¿Acaso el hecho de afirmar que se es un exhibicionista, masoquista y masturbador no despertó la ira y la jugosa indignación de las mentes conservadoras?, ¿acaso esa voz que se desprende libre y espontáneamente de los versos de Who is me no es la representación ficcionalizada de un sujeto que se asume como real? Ciertamente, la intención de desnudarse frente al papel –y posteriormente frente a las cámaras-, más que ofensiva, resultó seductora. El cuerpo textual de Pasolini se presentaba así, como el indefenso niño rechazado por su padre y como el inquieto joven que buscaba un espacio. Se presentaba, en otras palabras, como la materialización de una fantasía, el reflejo de aquello a lo que siempre aspiró ser. Sin duda, Pasolini construyó su vida de acuerdo a sus preferencias y acorde a su visión de sí mismo: el producto de una autoexploración más que física, emocional.

El mundo textual pasoliniano está supeditado, sin duda, a una especie de “hiperficción”, es decir, a la ficción sobre la ficción de sí mismo. Si bien esta característica se observará con mayor detalle en sus películas, sus textos son una muestra de cómo, observando la ficcionalización de sí mismo, el personaje Pasolini vuelve a construirse. Así, el ágil poeta, el juzgado homosexual, el comunista contestatario, y el sufrido pequeñoburgués, turnarán sus apariciones dentro del texto, y mostrarán las diversas facetas de ese “yo” pasoliniano que transita con deleite por las páginas de la autoiografía. Por un lado, el espacio abierto de la confesión literaria le brindó a Pasolini la posibilidad de establecer un vínculo con sus lectores y, a su vez, mostrar un “sí mismo” que se adecuaba a sus expectativas de seducción y subversión. Por otro, procuró que saciara uno de sus fetiches y, tal vez, una de sus necesidades más imperantes: someterse a la mirada y escarnio de la sociedad que odiaba y de la cual se sentía ajeno, con la finalidad de satirizarla y así, exorcizar el demonio de pertenecer a ella.
En este sentido, Pasolini se mostraba y luego, se juzgaba, era un voyeur aficionado a sí mismo; con deleite y con la excitación inherente al hecho de la auto-observación, no dejaba de deconstruir su cuerpo literario a fin de modelar, cual diestro alfarero, su gran obra, el gran libro de su vida, la gran máscara. Sin duda, como ser humano, Pasolini estaba sometido a los embates de sus contemporáneos; como hombre, se hallaba reprimido por la falsa pero inevitable moral italiana. Ambas circunstancias se imbricaban para crear un resentimiento tan mordaz como la escritura misma del autor. La fachada de un “yo” le permitió expresarse sin contemplaciones en contra de aquello y aquellos a los que repudiaba. Sin arrepentimiento, dirigió la mirada sobre los que se reprimían y, con más énfasis aun, sobre los que ostentaban el poder y, tal como se puede observar en Saló o en Uccellacci e uccellini, no solo habría de parodiarlos sino también, develar el falso estatus del que se hacían poseedores. Curiosamente, mientras paulatinamente se convertía en un sujeto risible -o bien, en imagen parodiada de sí mismo-, a la vez, convertía en sujetos risibles a los miembros de la sociedad de aquel entonces. De cierta forma, era el que se expiaba a través de sus textos y el que procuraba la expiación de aquellos que lo leían: -¡todo un mesías, dirían los expiados! Su escritura era, por así decirlo, en punto de convergencia entre las miradas esperanzadas de aquellos reprimidos por la sociedad, y el grito que provenía del centro mismo de su conciencia y concepción de sí: ese “yo” que permanecía oculto, desfigurado de tanto modelarse frente al espejo, enmascarado debajo de la escritura.

II. El “yo” ante los otros


Nunca me he equivocado con los rostros (…)
porque mi lujuria y mi timidez me obligaron a conocer bien a mis semejantes”.
Pier Paolo Pasolini. Who is me?


Como parte importante del proceso de configuración de la identidad textual, la interacción con los otros sujetos textuales es determinante. De esta manera, la voz de Pasolini se someterá frecuentemente a la aprobación o repudio, en primer lugar, de sí mismo y, en segundo, de sus lectores –los que admitían serlo y aquellos que lo eran a media luz. Sin embargo, como característica inherente a la figura del mesías, del bufón trágico -si se quiere-, la soledad es una constante inevitable. Por lo tanto, aun cuando se dirigiera desde y hacia un círculo social claramente definido, su individualidad era una condición indispensable. Su interacción política se basaba en el disfraz; pero no en ese que únicamente consiste en esconderse, sino aquel que, en perfecta armonía con el ambiente del que deseaba ocultarse, dejaba al descubierto su mirada, sus ojos de inquisidor. Con la mirada fija en su objetivo, Pasolini se convirtió en el verdugo y juez de sus propios condenadores. Se disfrazaba de arrepentido escritor, de poeta despiadado, de sujeto convencional; la finalidad era una sola: conocer a su enemigo y desde esa ventaja imponderable, destruir las bases de lo que ellos consideraban lo correcto.

Ciertamente, desde la seguridad que brinda la inocencia social, Pasolini pudo dirigirse a su interlocutor, con la complicidad y el desenfado que solo otorgan los años de refinado trabajo de la pose. Sin duda, la paciencia en la modelación de un personaje al que, pese a los intentos fallidos de sus atacantes no pudo ser deconstruido, fue la llave del autor italiano para entrar y salir de tantos personajes como sus intenciones lo ameritaban. Contrario a lo que se esperaría, el tono de la autobiografía pasoliniana posee diversos matices; algunos, producto de fantasías, otros, resultado de su intención de ser o no reconocido como escritor. Así, en repetidas ocasiones a lo largo del poema Who is me? se comunicará directamente con su lector virtual: “os he contado esto evitando ser poético para que tú no me leyeras como se lee un poeta” (pág. 59). La finalidad de tal acotación por parte del hablante básico, fue no solo establecer un nexo con la posible realidad del autor, sino develar parte del juego ficcional que configuraba el texto. Al no asumirse como poeta, el significado mismo de “¿Quién soy yo?” cobraba una verosimilitud mayor. Se presentaba entonces, un individuo en busca de su identidad como escritor, como sujeto social y como parte de la amalgama política.
En repetidas ocasiones el autor admitirá su condición de ser ficticio y aceptará que no es más que parte del juego fantástico dentro del cual el lector es un participante clave. Así, afirmará, con algo de pesar, tal vez,: “he vivido (…) esa página de novela, la única de mi vida” (pág. 33). Ciertamente, la voz poética de Pasolini atraviesa por dos importantes etapas dentro de su representación: en una, la inicial, se expone y se confiesa; en la otra, se esconde de las miradas para reconstruirse en el silencio y la seguridad del papel en blanco. La autobiografía y la poesía se convierten entonces en los conejillos de indias del autor italiano, en el campo de juegos de aquel niño que entre la soledad y la frustración, se dedica a jugar con su imaginación, hasta el extremo mismo de desaparecer en ella. En este sentido, paradójicamente, Pasolini afirmaría: “Mientras me interrogo (…) descubro que yo (que solo a través de la literatura he podido ser poeta) ya no soy un literato” (Págs. 70-71).


III. ¿Vouyeur literario o sujeto político?

“Ningún artista, en ningún país, es libre. Es contestación viviente”.
Pier Paolo Pasolini. Who is me?

Si bien el éxito en el reconocimiento de su “yo” a través de los otros se basó en la observación y hermenéutica del comportamiento humano; sus diversas representaciones estaban condicionadas por la dirección evidentemente política que quiso asignarle a su poesía, ensayos y películas. En cada una de sus representaciones textuales o bien, fílmicas, la presencia de una ideología subversiva determinaba el rumbo de sus personajes. Las críticas se dirigían hacia ese intermedio social al que también él pertenecía y, sobre todo, hacia la clase pudiente italiana a la que rechazaba. Era esta, precisamente, la que recibía el más enfático y despiadado juicio socio-moral. Su objeción no era la cantidad de dinero o bienes que poseían los que se nombraban acaudalados, sino al uso que hacían de ellas. Sin embargo, ni el intermedio socioeconomico, ni la clase alta estaban exentas de padecer de gula de poder; todos eran iguales al momento de querer poseer el cuerpo y el alma. Mas, tal vez, también él mismo, secretamente, padecía del mal de querer ser un burgués. ¿Acaso sus escritos y películas no fueron una forma de enmascarar su propio deseo de pactar con el poder? En este sentido, si Pasolini negaba su propia condición social, no era de extrañarse que en Who is me? admitiera en repetidas ocasiones que debido a su “situación” de pequeñoburgúes, era incapaz de aceptar, entre otras cosas, el hecho de que su madre trabajara como sirvienta, así como el tener que vivir apenas con algunos centavos en el bolsillo. Sin duda, el seguidor pasoliniano se hallaba ante un sujeto que admitía su ideología con pasión y, a la vez, ante un poeta que jugaba con la incertidumbre y el no-ser, como forma de protesta ante la sociedad a la que rechazaba.

Ciertamente, la visión literaria de Pasolini estuvo sesgada por su ferviente comunismo y por el odio inherente a la actitud y clase burguesas. Aun su escrito de carácter más confesional estaba enmarcado en un tono de protesta. La poesía, contestataria por antonomasia, sumada a la confesión autobiográfica, sirvieron como armas de inserción social y también, como elementos de distracción sobre el propio “yo” del escritor. Aunque resulte contradictorio, las estrategias discursivas utilizadas por el autor italiano no solo tenían como finalidad calar en la conciencia del lector, sino también, distraer las miradas que recaían sobre su “heterodoxia”. Ciertamente, el hecho de ser homosexual, pequeñoburgués y asumir una lengua “de borde” como la friulana -en una época donde las restricciones y la represión eran inherentes a la condición se todo sujeto social-, lo clasificaban dentro de la gama de sujetos condenables moralmente. Es por ello que las técnicas de disuasión sobre su “yo” tenían la finalidad de satirizar, o bien, volver risible cada una de las características que lo clasificaban como un sujeto perfectamente juzgable. De algún modo, Pasolini se observaba detenidamente a fin de dibujar en sus textos la imagen más condenable de sí mismo. De esa forma, no tendría que preocuparse por ocultar demasiado: mostrándose, paradójicamente, permanecía a salvo de la multitud acechante.
Como sujeto político estaba sometido a los caprichos del poder, por lo que su obra debía estar en un equilibrio simbólico con los factores que lo ostentaban. No obstante, el autor poseía la ventaja que le otorgaba la ficción; a través de ella pudo colarse en los oídos de aquellos a quienes detestaba y desde allí, configurar un plan de desestabilización silenciosa. Who is me?, desde su título mismo, es la respuesta a la opresión y a la condena recibidas. ¿Qué mejor título para un texto cuestionador que el desconcierto ante sí mismo? Este poema fue un grito que estremeció el vacío inmenso de la conformidad, desafiando la estructura del ser y por ende, la estabilidad de un régimen político alienante.

Así, escondido en la máscara de su propia transparencia, Pasolini pudo escarbar y escarbarse hasta el punto de convertirse en la víctima, en el receptáculo de la ira y también de la compasión de sus contemporáneos. Por una parte, sus intenciones de re-moralizar a la sociedad generaban un profundo disgusto en el seno del poder, de la iglesia y de la conciencia absurdamente puritana; por otra, sus palabras generaban placer y transformaban a los incautos e incrédulos, en observadores silenciosos de los otros y, sin lugar a dudas, de sí mismos. De alguna manera, a través de la confesión estableció un puente hacia la sensibilidad del lector y, estando dentro de su esperanza, los orilló a desenmascararse lentamente ante aquellos que consideraban sus iguales. Expuestos los cuerpos de sus perseguidores, Pasolini pudo vestirse, momentáneamente, con el traje de la victoria. Su risa desplazo a la máscara y, como resultado de su arduo trabajo de conocimiento de sí, pudo escribirse y re-escribirse y, sin pudor, dejarse desnudar por la pluma y el papel. Simplemente, se deconstruyó a fin de contemplar con gozo su creación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario