viernes, 29 de enero de 2010

Pasolini: Entre la acción del arte y el cuerpo de la política





Por: Janis Denis

Desde inicios del siglo XX con los futuristas, los dadaístas, los surrealistas y todas las vanguardias plásticas y poéticas, se pone de manifiesto la enorme tensión entre arte y política. Pues arte y política son quizá las maneras más evidentes de darle forma al mundo y son ellas a veces síntomas del cierre o la apertura de la creación. Por ello, la relación entre lo poético y lo político significa una relación de antagonismo o de difícil alianza, bajo el velo de lo político surgió la masificación del arte y bajo el velo del arte el mero esteticismo que congeló la real trasformación de lo político. Walter Benjamin es quizá quien ha concebido mejor las aristas de este problema. Dice Benjamin: “La humanidad, que antaño en Homero, era un objeto de espectáculo para los dioses olímpicos, se ha convertido ahora en espectáculo de si misma. Su autoalienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético de primer orden. Éste es el esteticismo de la política que el fascismo propugna. El comunismo le contesta con la politización del arte.”
Pier Paolo Pasolini, en su relación especial con el comunismo, ha dado otra respuesta a la politización del arte. En él, el proletariado no se eleva a objeto privilegiado de lo bello, ni como objeto sublime, ni como un sujeto cosificado. El proletariado no es una categoría abstracta de la ideología, el proletariado es el hombre real y lo real en sí mismo es pobrísimo.
Esto lo vemos en Accattone, un personaje que comulga con todos los antivalores del pícaro, del oportunista, del brutal mendigo y proxeneta de las barriadas. Sin embargo Accattone no es una pobre víctima de su situación lumpen, sino su absoluto responsable, no posee pues virtudes morales, vive conciente de ser un pobre diablo. Accattone es el antihéroe que Pasolini muestra sin los pudores del utopismo. Así se pinta una realidad que no es cruda ni cocida, pero indigerible para toda ideología de derecha o de izquierda. Lo indigerible de la política es el trabajo del arte. El residuo es el arte, la realidad humana que tarde o temprano no puede ser subsumible por la geometría del poder. Es así como Pasolini estuvo perfectamente conciente de ser un cineasta de la periferia, o como el mismo dijo un artista de las “subculturas”. Vemos a dos personajes de Uccellacci e Uccellini, cuyos diálogos se centran en burlarse de su pobreza y de las salidas que en la realidad se ofrecen para remediarla. El cuervo encarna al intelectual, con pizcas de sabiduría y poesía, y termina sirviéndoles para nada a estos dos personajes, que caminan apreciando las comicidad triste de su simpleza y las nalgas de la joven italiana que yace en el camino. Así, el cuervo, tótem de una supuesta reflexión profunda y aparentemente superior, es comido como ave de caza, como simple carroña, un cuerpo que es solamente resto. Mientras tanto, en Appunti per un´Orestiade africana, se aprecia un ensayo que pocos cineastas en la historia del cine se han atrevido a mostrar. Pasolini quiere grabar una “Orestíada africana” para exponer por medio del viejo mito lo que en la actualidad de los años 70 está ocurriendo en África: el paso de sociedades tribales a sociedades modernas y democráticas. No termina el film y en cambio nos muestra el proyecto crudo, la búsqueda de los personajes locales, de las locaciones, de los acontecimientos de la cultura africana que resultarían propicios para el mismo. He aquí, que en un salón reúne a un grupo de estudiantes africanos para exponer en que se basa su transpolación del mito a la realidad del África. Muchos de los estudiantes no le encuentran sentido a lo que el cineasta les plantea y le dicen que, en su visión occidentalista y europea de las cosas, nunca alcanzará a comprender a profundidad la realidad del pueblo de África. Pasolini edita la charla y nos muestra como los africanos critican su occidentalismo. El occidentalismo es el cuerpo de Europa. Pasolini sentía una fascinación particular hacia el cuerpo, encontramos esta percepción como una ruta que nos orienta en todos sus ensayos, el cuerpo se halla para él más allá del formalismo, pues es el territorio amorfo de la forma. En Appunti per un´Orestiade africana, la presencia del cuerpo habla por sí misma y el director en voz en off nos dice: –¡no es maravilloso ese gesto! sin embargo es tan difícil llegar a Electra-. Busca el rostro de Electra, el gesto trágico que nos devuelva la vivencia de un mito, un rostro extraviado del centro solar como diría Deleuze y por lo tanto un rostro de la periferia, un rostro resto, un rostro que no podemos decir sino reencontrar. Los cuerpos que logró ver con sus propios ojos, el de los americanos de los 60, el de los turcos, el de los africanos, el de los campesinos y lumpen de Italia, intervienen en sus textos y películas tornándose mundo, lenguaje, hogar del hombre. En Teorema vemos básicamente la rebelión de los “cuerpos dóciles” de la sociedad de consumo por la ingerencia del cuerpo extraño del erotismo. Luego de amar y desear a este cuerpo misterioso personificado en el ángel, los personajes se trucan en otros que ni ellos mismos pueden ni quieren dejar de ser, a la vez que lo sufren. En Teorema un acto de amor elimina la lucha de clases y desmonta los motores de la historia incrustados en los cuerpos humanos, perplejos por lo inaudito del deseo. Saló es el reverso de Teorema, el amor es algo que se quita, no algo que se da. En otras palabras, por la supresión del amor todos los cuerpos se vuelven el excremento de la política. Sin mitos, sin amor, sin la inmediatez del cuerpo, sin Dioses terribles y amables, Medea debe matar a sus hijos y Jasón debe perderlo todo por el trono. Así se vuelve un trono de nada y Medea las simples cenizas de un pasado que no se puede recordar. Así el cuerpo es la presa fugitiva tanto para el arte como para la política: “(…) la protagonista de mis películas ha sido la corporeidad popular. No podía –y precisamente por razones estilísticas- no alcanzar las extremas consecuencias de este asunto. El símbolo de la realidad corpórea es en efecto el cuerpo desnudo: es, de modo más sintético, el sexo. No habría llegado al fondo de la realidad corpórea sino hubiese representado el momento corpóreo por definición” . Es por esto que Pasolini trasciende las fronteras del sujeto de clase del comunismo, tal como se estandarizó a partir de la tercera internacional estalinista y centra su atención en el modo en como se manifiesta el cuerpo bajo todas las pugnas de su organización y representación. Es el cuerpo realidad intransigente, territorio de experiencias irreductibles pero en riesgo de ser sustraído de sí mismo para alimentar los órganos de la politización estética. No basta inscribir su obra cinematográfica y narrativa dentro del movimiento entendido como “realista”, cuando justamente lo que persiguió este movimiento es dar cuenta de que lo real interpela el arte. Pero el realismo creyó ser la representación directa y total de la pobreza, de allí el doble empobrecimiento del pobre, una vez como objeto y otra vez como representación, pero nunca como un sujeto dueño de sí. Más que esa realidad del pobre, Pasolini buscó la realidad artística de la pobreza, para afirmar su enorme potencia de ficcionar, es decir, de recrear el mundo. Más que representar al pobre, Pasolini pone a los pobres a representar el mundo de la cultura, y de aquella cultura antigua que solamente una persona que sólo posee su cuerpo (su fuerza de trabajo) es capaz de remontar, recordemos los rostros de Il Decamerón, I Racconti di Canterbury, e Il Fiore delle mille e una Notte. Si para Marx el trabajador sólo tenía su cuerpo para vender su fuerza de trabajo, para Pasolini el pobre sólo tiene su cuerpo para hacer arte, imaginar, ficcionar, crear, expresarse. Por ello, para el autor italiano, se trata de materialismo y no de un simple realismo, la realidad del cuerpo que sólo se tiene a sí y no tiene cosas, sino más allá creencias, camino, futuro incierto, dónde la necesidad del gesto se hace más potente, dónde el cuerpo la verdadera creencia, el cuerpo es potencia y no mercancía: “como poeta seré poeta de cosas/ las acciones de la vida sólo serán comunicadas y serán ellas la poesía/ porque, te repito, no hay más poesía que la acción real(…) simplemente anhelaré esa poesía que es acción en sí misma” . La pobreza no es objetivable porque el mismo sujeto de la pobreza no ve con objetividad pura su situación, pero si sabe que él es dueño de una fuerza de ficción, en el mismo sentido en que Marx hablaba de una fuerza de trabajo. Los pobres están concientes de que su fuerza de trabajo y de su fuerza ficción (o intelectual) se pueden vender, pero, justamente porque ambas son riquísimas en sí mismas, eso es lo que nos muestra Pasolini.
Ser un poeta de la cosas implica dejar que las cosas hablen por sí mismas como más tarde creadores tan diversos como Francis Ponge en la poesía y Andy Warhol en el arte plástico buscaron por medio de su obra, el arte como un modo de intervención directo, pero sobre todo, el arte como un medio para que las cosas intervengan en los hombres. Para Pasolini este parece ser el máximo alcance de una verdad que subyace más allá atesorada y maravillosa en lo real, y en lo real como pura manifestación de las acciones y de la materia. “quisiera expresarme con ejemplos/ Arrojar mi cuerpo a la lucha./ Pero si las acciones de la vida son expresivas,/ también la expresión es acción” . Esto significaría una ruptura radical con el pensamiento que imperó en el siglo XX, un pensamiento que tuvo y hoy en día tiene en los fueros de la vana política una subsistencia falsa y destinada al fracaso, se trata de la representación. Todo Estado es un Estado de la representación. Adueñándose de la representación pretende adueñarse de lo real. “La opinión pública ahora está totalmente determinada –en su realidad- por una nueva ideología hedonística y completa, aunque estúpidamente laica. El poder permisivo protegerá esta nueva opinión pública. El Eros está en el área de tal permisibilidad. Al mismo tiempo es fuente y objeto de consumo” El giro subversivo de Pasolini es hacer justamente que la representación siempre se hunda por el peso de la presencia indisoluble de las cosas. La representación desde finales de los 60 a figurado en la política un juego perverso, donde el Estado ya no hegemoniza o prohíbe sino más bien subsume las diferencias, las subculturas, los particularismos, en un entramado legislativo cada vez más complejo, donde los derechos se han vuelto un sistema muy sofisticado de control. En este sentido Pasolini se anticipa a toda la crítica pos-marxista que empieza con el concepto foucaultiano de biopolítica, es decir, el Estado como órgano último de todo cuerpo: “Al capitalista le interesa la vida del obrero, su cuerpo, sólo por un motivo indirecto: este cuerpo, esta vida, son aquello que contiene la facultad, la potencia, la dynamis. El cuerpo viviente se convierte en objeto a gobernar no tanto por su valor intrínseco, sino porque es el sustrato de la única cosa que verdaderamente importa: la fuerza de trabajo como suma de las más diversas facultades humanas –potencia de hablar, de pensar, de recordar, de actuar, etcétera. La vida se coloca en el centro de la política en la medida en que lo que está en juego es la fuerza del trabajo inmaterial –que, de por sí, es no-presente-. Por esto, sólo por esto, es lícito hablar de “biopolítica” . Esta no-presencia es la que encarnan las figuras de la representación ideológica del ser social, esto es, el cuerpo desdentado de la periferia. Esta no presencia es la evidencia de lo real ante la representación, es una no presencia en la propia representación. Al Estado le interesa identificarlo y decidir a cuáles de ellas les corresponde tal o cual forma, Pasolini va contra esta lógica y miles de veces se pregunta en sus Escritos Corsarios: ¿hacia dónde se dirige “el pueblo del margen”? De la misma forma en que se pregunta ¿hacia dónde se dirige la marginal poesía?
Se trata de un poeta, cineasta, ensayista, y pensador difícil de asir justamente por todas aquellas cosas a las que dejó hablar, cosas de sí mismo y cosas que al mismo en que la televisión, la sociedad de espectáculo y el poder persuasivo daban por muertas, nos enseñaron a mirar a los otros, las cosas que resisten en los otros: “y hoy os diré que no sólo hay que comprometerse escribiendo/ sino viviendo:/ hay que resistir con el escándalo y con la rabia más que nunca, /(ingenuos como bestias en el matardero)/ enajenados como víctimas (…) “siempre anhelaré esa poesía que es acción en sí misma, en su desapego a las cosas” El cuerpo desvestido de la representación constituye el último escándalo. En él aparecen todas las marcas de lo falsificado, lo negado, lo que debería ser invisible. Justamente porque la representación política está hecha no para mostrar sino para invisibilizar, el trabajo que hace Pasolini sobre su cuerpo y el cuerpo se manifiesta como la resistencia última de lo real sobre su explotación simbólica e imaginaria, en fin, ideológica.

El poeta-testigo: la conciencia masoquista y el compromiso con la acción en Who is me?, de Pier Paolo Pasolini

Ponente: Sofía Salazar

Las poesías a Casarsa, escritas en friulano durante la juventud de Pasolini en el pueblito italiano de ese mismo nombre son, en opinión del poeta, los versos más hermosos que ha escrito. En ellos “evoca el mundo paisano de su infancia, no sin celebrar un eros vuelto hacia los jóvenes garçons. Todo, entonces, es gracia y ligereza” (Fernández, 6). Los primeros versos de Who is me? se tiñen un poco de ese bucolismo, pero el sentimiento predominante en ellos es la nostalgia. La salida de Pasolini de Casarsa, acusado de corrupción de menores, tuvo “consecuencias incalculables (…) que [orientarán] a partir de ese momento su visión del mundo”. El poeta vive este evento “como la expulsión del paraíso” (8).
En el dialecto del Friul, “aquella lengua incontaminada y absoluta” (Bertolucci, 24) en cuyo mundo era un amante extranjero, Pasolini cree rozar “algo vivo y real”. Confía en él como un agente del mito que ha viajado hasta su tiempo, confía en el campesinado, su guardián, y empatiza con los obreros del Friul cuando dejan las fondas para lanzarse a defender la causa comunista. La elección del friulano para sus primeros versos deja, en el 45, de obedecer solamente a un “acto místico de amor” por la lengua. Su elección fue una:
“Elección sentimental, sin duda, demostración verbal del afecto por la madre, rechazo del padre autoritario. Pero también elección política y social, el refugio en la marginalidad geográfica y lingüística que prefigura la lucha contra todos los poderes” (Fernández, 5)

Al fascismo, del que ese padre autoritario es una “víctima ignorante y complaciente” (Pasolini. Who is me? 23) y que rechaza los dialectos por considerarlos un obstáculo para la unidad de Italia, le opone su librito de poesías que, a su vez, rechaza la lengua “de papel” (Deleuze y Guattari, 29) que se pretende imponer al país. En sus luchas de juventud, Pasolini, admirador de Ginsberg, Machado, Pound y Lennon, confía en la poesía como instrumento de revolución, y lo seguirá haciendo aún durante los primeros días de su estancia en Roma, después de haber huido de Casarsa con su madre. El poeta, recién llegado, y a pesar de que tienen que vivir en una casa miserable en uno de los peores barrios de la ciudad, dice:
“pero era desnuda y alborotada (…)
Y, en cuanto a mí,
mis sueños íntegros de poesía.
Todo en la poesía podía encontrar una solución.
Era como si Italia, su descripción y su destino,
dependieran de lo que yo escribía,
en versos imbuidos de realidad inmediata,
ya nada nostálgica, como si la hubiese conquistado con mi sudor”
(Pasolini. Who is me? 41)

Pasolini siente que, de alguna forma, “pertenece”: se identifica con otros romanos que, como él, viven en una miserable situación económica (“en esto éramos verdaderos hermanos, o por lo menos iguales” [43]) No obstante, una de las condiciones del testigo es que esté consciente de su diferencia y, desde ella, se sienta en capacidad para hablar. Pasolini admite que en el desarrollo de ésta –de la diferencia- ha “sido precocísimo” (Naldini, 111-112): cuando rememora los paseos con su padre por la orilla de algún río de Casarsa, “un río celeste entre gravas extensas al pie de las montañas”, nos dice que el sol que azotaba la carretera era uno que “no era de [su] vida, sino de la de [sus] padres” (Pasolini. Who is me? 29). Sin embargo, esa situación paradójica de estar fuera y dentro al mismo tiempo le permite convertirse en un “dispositivo colectivo de enunciación” (Deleuze y Guattari, 31), la voz de todo el que es víctima del fascismo aunque “no sepa [ni] hable” (Pasolini. Who is me? 49).
Como ignorante, aunque no necesariamente como víctima, es retratada, en Who is me? y en Teorema, la burguesía italiana de la época: fichas que se dejan manejar, sin mayores preocupaciones, por el sistema; que se afianzan en lo ya establecido y que -en el caso de la familia de la película- por esa adhesión ciega, no están preparadas para la interrupción de lo inesperado que viene a desarreglar sus vidas y a mostrarles el vacío en ellas. Con la partida del joven, los personajes adquieren una consciencia de sí mismos de la que antes carecían. Sus cuatro voces se pueden escuchar como una sola, una de quien se reconoce vacío, cobarde, apegado a una vida de valores falsos y mezquinos por un mero amor instintivo (Pasolini. Teorema, 00:42:13):
“No me reconozco más. Aquello que me hacía semejante a otros ha sido destruido (…) He tomado consciencia de mi diferencia [de mi mal, dice la hija] (…) Mi futuro será como vivir con un mellizo que no tiene nada que ver conmigo (…) No lo podré superar… ¿Todo y todos contra mí?” (00:40:43)

No se atreven a aceptar abiertamente esa diferencia, pues “tal escándalo equivale a una muerte civil” (00:44:24), y ellos aman la igualdad. El padre y el hijo se refugiarán en la soledad de un desierto y de un estudio, respectivamente; la hija se volverá loca. La madre, la única capaz de seguir “viviendo en sociedad”, llevará una doble vida, cuestionándose siempre a sí misma, pero ya incapaz de identificarse con la burguesa intachable que creyó ser. Emilia, un personaje que, tan opaco al principio, termina por volverse uno de los más complejos de la película, se convierte en una especie de santa: vive dentro de un pueblo, sí, pero su mal, comienza a hacerse cada vez más evidente (hasta el punto de levitar frente a los campesinos maravillados).
En Emilia, a diferencia de los otros cuatro, se percibe algo así como una aceptación definitiva: no le interesa ya pertenecer a la masa. Si la vemos sufrir aún es por el recuerdo de ese pasado al que se vuelca para alejarse aún más de lo que la rodea: las lágrimas que formarán la fuente no son las de una que, arrancada de los hombres por la adquisición de una consciencia nueva, quisiera volver a ser parte de ellos, su dolor no viene de no poder unirse con lo de fuera, sino de no poder asir lo que, dentro de ella, ya no vive más que como experiencia inútil, en tanto que irrecuperable.
En Emilia y la voz de Who is me? vemos una semejanza: ése no-ocultar lo que los hace excepción: exhibirlo, por el contrario (pensemos que Emilia también pudo aislarse en un desierto, como su antiguo jefe, y prefirió quedarse en un poblado, a la vista de todos los lugareños). No obstante, nos parece que hay una diferencia importante entre el final de Emilia y las “circunstancias” del Pasolini de Who is me? y que esa diferencia se debe a los modos de exposición: Emilia no ha atentado contra las seguridades de la moral burguesa : calla su experiencia y no se expone como excepción sino para instaurar una seguridad en lo que antes eran sólo creencias cristianas. Sana a los campesinos, mientras que la voz de Who is me? sabe que es visto –y se ve a sí mismo- como un miasma.
El sacrificio, se nos ha dicho, sirve para drenar las energías negativas de la sociedad y purificarla, sirve también para unir a los hombres en la condena de otro, que es también una terrible exaltación de ése, del elegido, pues al condenado a muerte siempre se le rodea de un aura sagrada. La víctima ha de ser una que se diferencie de manera radical de sus victimarios y que no pueda ser vengada (el sacrificio busca traer el orden, no el caos de las vendettas); en la mayoría de los rituales de sacrificio, esa víctima es elegida, se le impone su rol, pero ¿qué hemos de decir del poeta, que se monta solo en la Cruz? ¿A qué obedece su necesidad de exposición, de auto-flagelación?
Pasolini sufre y, para mantener vivo su dolor, lo exalta: lo exhibe y se exhibe. Como el shamán que revive el mito al recrearlo, confía en él, y lo cree fuente de vida, este poeta encuentra en la exhibición de su sufrimiento y en su consecuente renovación, motivos para actuar y, ya que el actuar del testigo es, precisamente, exponerse, eso se convierte en un círculo vicioso: el dolor se renueva no sólo porque tiene que evocarlo, llevarlo a la superficie de su piel, donde arda más; sino porque lo invoca al provocar al público, al ofrecerse a su sadismo.
En ese ofrecimiento, el poeta se auto-concede un carácter sagrado. Nos puede parecer soberbia lo que en realidad en un acto de enorme humildad, porque:
“…el autor no vale nada, y es un ser anormal, bajo, que como un gusano se retuerce y estira para sobrevivir. [Pero] nadie debe tomarlo ni tacharlo de ingenuidad. Todo debe parecer perfecto, basado en reglas desconocidas; así, no cuestionadas… Como un demente, sí, como un demente. (…) Todos deben creer que no se trata del acto de un incapaz, de un impotente. Esta decisión debe parecer segura, impertérrita, alta y casi prepotente.” (01:05:18)

Es probable que el artista deba convencerse a sí mismo de su “cuasi prepotencia” en la entrega. Si se muestra decidido, ya lo hemos visto, es porque, en realidad, duda. Saberse excepción le da cierto placer, pero un placer masturbatorio, que lo aísla y -aún volviéndose a poner la aureola que, como dijo Baudelaire, se le ha caído- el poeta sigue siendo –y lo sabe- un hombre que, como cualquier otro, necesita compañía. Es necesario un terrible esfuerzo de voluntad para resistir una vez que se haya “cansado de ser intocablemente excepción” (Naldini, 111-112), como le pasa más de una vez.
A pesar de ese cansancio, Pasolini, masoquista, persiste en su empeño de exhibirse. Y lo sigue haciendo valiéndose de la poesía, hasta que ésta se le hace inadecuada, “al menos [la que] es concebida como poesía” (Pasolini. Who is me? 67), para hacer expresar su experiencia después de la multitud de procesos en su contra o, incluso para hacer llegar sus ideas a más gente. Al querer alejarse de la lengua de la nación preñada de burguesía que lo había juzgado, Pasolini comienza a experimentar con la técnica misma, buscando crearse una lengua propia dentro de la lengua oficial. Ésta vez, entonces, la desterritorialización no se producirá por el uso del dialecto, sino por una ascesis del idioma que dejará al poema sólo lo necesario para que no se lo considere (únicamente) como tal.
“Os he contado esto
evitando ser poético
para que tú no me leyeras como se lee a un poeta” (59)

La poesía se convierte, entonces, también, en testimonio de vida y en documento de compromiso con la acción, en la que se sustenta y a la que quiere invocar:
“hay que resistir con el escándalo
y con la rabia, más que nunca (…)
hay que clamar más fuerte que nunca el desprecio
contra la burguesía, gritar contra su vulgaridad,
escupir contra la irrealidad que ha elegido como la única realidad” (47)

Pasolini se cuestiona sobre la necesidad o la utilidad de su poesía-testimonio: mejores formas de contestación, para él, son “la droga, el asco, la rabia y el suicidio [que], junto con la religión, [son] la única esperanza que queda” (49). Sabe, sin embargo, que no puede renunciar a esta poesía, ni para negar su nacionalidad, ni para volverse a esa otra que “no expresa nada más que a sí misma”, la poesía “de maestros”, de la que siente nostalgia; este poeta es uno que se admite, ahora, además, testigo y, por lo tanto:
“Las acciones de la vida sólo serán comunicadas,
Y serán ellas, la poesía,
Porque (…) no hay mas poesía que la acción real” (99)

Ésa es la mejor definición que encontramos de la “poesía de cosas”, de Pasolini, una que, queriendo forjarse una trinchera dentro de la lengua oficial, comienza por diferenciarse de ésta en un aspecto esencial: no ser sólo “de papel”, sino vivir en las acciones como vive en la escritura. No se trata, como vemos, tan sólo de que las acciones encuentren expresión en la poesía, sino de que la poesía se exprese, también, a través de las acciones, las que conciernen al poeta como voz colectiva, como luchador social, y las que sólo le atañen como individuo.

jueves, 28 de enero de 2010

Il corpo dell´amore, Il corpo del peccato (El cuerpo del amor, el cuerpo del pecado)


Miro mi sexo con ternura
Toco la punta de mi cuerpo enamorado
Y no soy yo que veo sino el otro
El mismo mono milenario
Que se refleja en el remanso y ríe
Amo el espejo en que contemplo
Mi espesa barba y mi tristeza
Mis pantalones grises y la lluvia
Miro mi sexo con ternura
Mi glande puro y mis testículos
Repletos de amargura
Y no soy yo que sufre sino el otro
El mismo mono milenario
Que se refleja en el espejo y llora

Cuerpo enamorado. Jorge Eduardo Eielson

De Noche oscura del cuerpo. Roma,1955.





Ponente: Deisa Tremarias.



“Sexo, muerte, pasión política/

son meros objetos a los que entrego/

mi corazón elegíaco…/

Mi vida no tiene más.”

Poesía in forma di rosa. Pier Paolo Pasolini


Así nos anda Pasolini hasta nuestros días, cargando su lucha sin resolver, andando con una cabeza sin cuerpo como una obra de Beckett. De eso se han encargado sus académicos; o como diría el propio Pier Paolo en Who is me? “(un miserable filólogo puede reconstruir entre una/ palabra y otra/ -aisladas y arrumadas en el silencio- el discurso cortado, / un discurso pobre/sin ideas, sin religión, a no ser la del culto,/ tan poco religioso, por lo demás, de la poesía en la/ literatura).” Podríamos decir que la obra de Pasolini va más allá de Freud o Lacan en su gran carga erótica; pero todavía nos pesa la modernidad encima, todavía seguimos nuestros órdenes finitos.

Para Pasolini no bastó su crianza, el partido o las leyes; entre sexo, muerte y pasión política entregó algo más que su corazón. En toda su obra se construyen visiones y acciones transgresoras, renovadoras de esa irrealidad que nos han impuesto como realidad todo este tiempo. El cuerpo pasoliniano es el ars polémica, el cuerpo que Deleuze y Guattari describen cuando este “libera la acción política de toda paranoia unificadora y totalitaria. Desarrolla acción, pensamiento y deseos con base en la proliferación, yuxtaposición y desasosiación y no basándose en las subdivisiones y la jerarquización piramidal”. Cuerpo que también Bataille define con conciencia de sí mismo, por que en el erotismo “lo que siempre está en cuestión es sustituir el aislamiento del ser, su discontinuidad, por un sentimiento de continuidad profunda.” Continuidad que por el poder, la riqueza o el miedo nos ha sido suprimida bajo el sistema en el cual vivimos hasta la actualidad.

Es decir, tras tanta cita lúcida, surge la idea de que Pier Paolo Pasolini proyecta a través del cuerpo la transgresión al orden establecido y al tabú, no la negación del interdicto sino la superación y completación de este; la esencia misma de lo erótico al hacer conciencia de que el cuerpo tiene razón propia por su acercamiento a la animalidad, que lejos de volvernos seres miserables y retrógrados, nos transforma en seres humanos. Pasolini, el masoquista, exhibicionista y masturbador, ofrece su cuerpo no solamente como purga de los males sociales; en él forma el amor como su vida, como de su vida fue el amor “por está lengua del no-yo que se expresa/ con el mismo derecho, con la misma fuerza del yo,/otorga al poeta/la gracia.[1]

Para adentrarnos en el análisis de todo el ámbito erótico seguiremos varias de las propuestas de Bataille para contrastar con la obra de Pasolini. Para comenzar tomaremos las tres clasificaciones básicas que hace el filósofo francés: el erotismo de los cuerpos, el erotismo de los corazones y el erotismo de lo sagrado. De Pasolini tomaremos Teorema como referencia audiovisual y como referencias textuales Who is me? y Poesía in forma di rosa.

La primera, “el erotismo de los cuerpos” se rige bajo la actuación que tiene la violencia y la muerte en lo erótico. La violencia entendida como ese trance que se sufre de manera abrupta al pasar del estado discontinuo del sujeto a la continuidad con el otro, haciéndose consciente del espacio que le rodea y del cual forma parte. La violencia, como la muerte, tienen como principio la destrucción de la estructura de un ser cerrado. La desnudez del cuerpo se torna como el acto decisivo de esa ruptura de lo cerrado. Nosotros que hemos tapado nuestros cuerpos por siglos, el acto de desnudarse confiere una gravedad similar a la muerte según Bataille, pues descubre lo íntimo en cada ser.

El deseo, es la fascinación por el cuerpo que sigue estableciendo ese orden egoísta de ser simplemente algo físico e intrascendente si se le analiza tan sólo hasta allí. Por eso surge la necesidad del “erotismo de los corazones”, es la pasión de los amantes lo que prolonga esa unión corporal, y está pasión se plantea en muchas ocasiones aún más violenta que la física. El ser amado se convierte en ese instante en la “transparencia del mundo” nos dice el filósofo; por ello la sola idea de la pérdida del ser amado, causa la experiencia del sufrimiento. Aunque sea un imposible, la perduración eterna del ser amado crea una situación idealizada que siempre parece prometer una salida a ese sufrimiento fundamental.

Por último, “el erotismo de lo sagrado” ligado al sacrificio como ritual que nos acerca a lo religioso, y que hoy en día llamamos “lo divino”. Dice Bataille que “lo sagrado es justamente la continuidad del ser revelada a los que fijan su atención, en un rito solemne, en la muerte de un ser discontinuo”.Esta experiencia no tiene que ver con la necesidad del “amor a Dios” que se ha planteado en occidente de una forma ajena o castrante al cuerpo. La experiencia mística es la revelación de la ausencia de un objeto, en este grado de madurez se denota que el objeto del deseo no se encuentra afuera del que lo sufre, sino en la interioridad de este. Pero, igualmente estamos implicados en lastres culturales judeo cristianos que acompañan este erotismo sagrado, pues, al realizar la transgresión del interdicto social no podemos evitar sentir con mayor o menor sensibilidad la experiencia del pecado, la angustia de dicha transgresión. Esta experiencia es necesaria en la medida en que se tiene angustia, porque será también la medida del deseo que se tenga para transgredir.

En su poemario Poesía in forma di rosa se contiene estos aspectos del erotismo. Cuando Pasolini describe una escena ritual africana del siguiente modo “Pero de vez en cuando, con hambre de leones,/las piernas abiertas, el vientre adelantado,/se agitaban como en coito/con los ojos hacia el cielo/…/ bailaban incubando un regocijo milenario…” . Así denota lo primitivo del erotismo de los cuerpos, estos se juntan bajo rituales que les permiten conectarse desde una naturaleza profunda con ese otro cuerpo, con su propio cuerpo, renunciando a la discontinuidad por medio del coito.

Más adelante, Pasolini asume este erotismo de los cuerpos de una manera personal al decir “…y un amor/ todo él acuerdos humillantes de intercambios, robos,/olor de cuerpos y sexos no lavados -no me queda/ más que convertir mi poesía en objeto de ella misma. / Dado que todo lo demás se mueve en la esfera/de una muerte fea. La carne quiere sangre. /”. En estos versos se revela una percepción del artista que encierra el amor bajo esa violencia del cuerpo mismo, el cuerpo que es carne perecedera ante la muerte; estas imágenes que le causaban perturbación serían el eje mismo de su poesía, quizás, porque ellas encerraban nuestra conciencia original, el sexo y la muerte desde un contexto histórico donde ambas han sido motivo de tabú y causa de marginalización como lo fueron en la Italia del duce.

Luego, aflora el erotismo de los corazones en este poemario cuando Pasolini escribe “Parece, a veces,/ que odio y, sin embargo, escribo/ versos llenos de amor preciso.”, y es que Pasolini tuvo siempre la pasión como leit motiv, la pasión de la polémica en búsqueda de la verdad. La demostración del ser amado que en “mil nubes de paz que cercan el cielo,/ amor, jamás dejarás de ser amor./”

Sin embargo, el tópico del erotismo más recurrente en su obra, es el del erotismo de lo sagrado. En este fragmento del poemario en especial, Pasolini describe esta manera religiosa de concebir la corporalidad: “Ay dulce religión, por lo demás tantas veces traicionada,/ en el hombre en quien te agotaste nace la locura./ Sus ojos no se atreven a mirar, hay en ellos/ el envés de la luz,. Blanquea la faz y, perversa,/se llena de manchas rojas. El yo sufre/una inéstética erección; se profesa a sí mismo un infeliz amor/ …./Y entonces, ante estas almas, el Mal/es la única realidad.”

Ahora, este nuevo concepto del Mal es asumido por Bataille no como el acto transgresor en sí, sino la transgresión que es condenada por una entidad, que para Pasolini es arma de la burguesía y ha perdido su esencia incial de fe, como lo es la Iglesia Católica, “el Mal es exactamente el pecado.” Por eso el artista italiano profiere en su propuesta estética e idológica: el cuerpo y el alma como un todo transgresor ante las fuerzas que lo han mantenido oprimido a través del tiempo. Cristo en Pasolini es un tema y una figura constante por su fuerte simbología, no es el Cristo alejado del obrero o del campesino, es “Cristo/ como objeto de amor, en el humilde mecanismo/ de una sublimación campesina…/”.[2]

En la parte audiovisual, Teorema representa una de las obras cumbres cinematográficas de Pasolini, en ella se concreta todo el sentido del cuerpo pasoliniano, que en algún punto también se conjuga con ese cuerpo que se libera del sistema social, y se recobra como unidad e idea. Esta historia que comienza con un extraño que llega a casa de una familia aburguesada causa estragos en sus integrantes a partir de su interacción corporal. Desde la mucama de la casa, pasando por el descubrimiento sexual del hijo, el despertar de la hija, el descalabro social de la madre, hasta el desequilibrio total en la figura del padre.

Después de que se nos sugiere ciertos puntos simbólicos de lecturas en los actores: Rimbaud como lectura del forastero, uno de los escritores favoritos de Pasolini, que es conocido universalmente por su escritura y vida polémica y fuerte. Tolstoi como lectura del padre, Tolstoi uno de los escritores fundamentales del realismo ruso y de un fuerte sentido religioso. Se nos avisa, además, propuestas de artistas plásticos donde la corporalidad juega un papel puntual, como es la obra de Francis Bacon, caracterizado por la violencia estética en sus obras. El desenvolvimiento de la historia pasa por estos tres niveles de manera cabal, el erotismo del cuerpo en el primer acercamiento que causa la crisis familiar, el erotismo de los corazones que se da en el descubrimiento y cuestionamiento de todo su alrededor y de sí mismos por parte de la familia, y el erotismo de lo sagrado, que sólo puede ser alcanzado únicamente por la mucama de la casa (Pasolini proyectado en el estadio religioso). Ella regresa a su pueblo donde se convierte en santa, pues este encuentro con este personaje misterioso le ha hecho entender su trascendencia humana, ha tomado conciencia de sí misma al punto de pedir ser enterrada viva, tomando la posibilidad de asumir su continuidad a través de ese erotismo volviéndolo sagrado; cosa que no ocurre con el resto de los familiares, burgueses de los cuales, solo el padre logra otro nivel de superación al entregar su fábrica a todos los obreros que en ella trabajan (Pasolini proyectado en el estadio ideológico). La madre perdida en la búsqueda de otro encuentro similar pierde noción de su rumbo, la hija queda en un profundo estado de catatonia, y el hijo transfiere el aspecto del artista en lucha consigo hasta el final (Pasolini proyectado en el estadio de artista).

De todas formas, no hay por que confiarse de nada, sólo de que el cuerpo, algún día deje de ser un pecado o un tabú, para transformarse en un arma contra los que lo marginan. O como diría Pasolini

en Who is me?

“En el mundo del capital la vida es una apuesta/a ganar o perder:/es la condción humana del laicismo burgués./El que se expone, se confiesa, o no teme el ridículo,/acaba mal:es la ley”.



Bibliografía

Pasolini,Pier Paolo. Who is me?. Ediciones Dvd. España, Barcelona.

-------------. Poesía en forma de rosa. Ediciones Visor. España, Madrid, 1964.

--------------. La divina mímesis. Editorial Icaria.España, Barcelona, 1976.

--------------. Teorema.1968.

--------------. Saló o los 120 días de Sodoma. 1975.

Bataille, George. El erotismo. Editorial Tusquets. España, Barcelona,1985.

Barnsley, Julie. El cuerpo como territorio de la rebeldía. 2007.


[1] Who is me? Pier Paolo Pasolini.

[2] Poesía in forma di rosa. Pier Paolo Pasolini.

La poética de Pasolini expresada en Who is me y Poesía en forma de rosa

La poética de Pasolini en Who is me y Poesía en fo








La poética de Pasolini expresada en Who is me y Poesía en forma de rosa
Si hubiésemos tenido la oportunidad de asistir a uno de los juicios que en vida se hiciera a Pier Paolo Pasolini -y si entendiéramos italiano claro- seguramente se dejarían escuchar palabras como: inaceptable, corruptor, traidor, vergüenza, osadía, prohibido. Quien representara todas estas calificaciones para la sociedad italiana entre los años 30 y los 70s debido al contenido de toda su actividad artística, vida, obra y acción es hoy para nosotros uno de los más brillantes poetas quien mantuvo viva hasta el final de sus días su lucha individual para dejarla correr en sus versos, novelas, películas y con todo ser siempre centro de críticas y de escándalos dentro de una sociedad dura, restrictiva y quizás para nosotros demasiado sensible e hipócrita.



Pier Paolo Pasolini, nacido en 1922, forma así parte de la gran fila de poetas en la historia descolocados de su sociedad y juzgados por sus contemporáneos. Su versatilidad le dio la fama que hoy nos hace recordarlo como un artista de múltiples facetas, que exploró desde los motivos de su creación artística mucho más allá de los predios de la poesía.



Reflexionando sobre el artista como bufón, tenemos a un Pasolini que en su hondo ser y así lo refleja en su poesía, se inscribe dentro de esta problemática, del artista como víctima en quien los demás concentran su descontento, su incomodidad, su ira. Como si la figura del artista incomprendido fuese un elemento necesario para armonizar el equilibrio de una sociedad que necesita de esa figura, a quien arrojar recriminaciones, a quien exiliar, a quien hacer motivo de sus burlas. Jean Starobinski en Retrato del artista como saltimbanqui escribía (1970): payaso es la figura reveladora que conduce a la condición humana a la amarga consciencia de sí misma. Dentro del mismo texto, continúa:



El viejo artista se ha separado de los hombres para subirse a las tablas: espera todavía atraer su atención; sin embargo, ha dejado de tener interés y son los hombres quienes se separan de él. La separación es doble, ya que corresponde en primer lugar, a la distancia tomada por el artista, y además, a la lejanía en que se encuentra el público. Pp76





Pasolini recuerda con su poesía esta imagen del viejo saltimbanqui donde la precariedad y la vulnerabilidad del sujeto son máximas. Donde la distancia de pensamiento es la condición indispensable para que se cumpla su estado de ser aislado y oscuro. ¿Qué hacer ante la apatía y el mal juicio de la sociedad donde vive, se desarrolla, se expresa un poeta? Su poema Who is me, poema autobiográfico (¿o autobiotrágico?), recoge episodios y reflexiones contadas desde el yo, donde la relación conflictiva con el poder hila los versos para ser imagen completa de la descolocación del poeta en esa sociedad y la ridiculización de la misma. Vamos a revisar algunas características de la poesía en ese poema y hacer un paralalelismo desde la similitud y la correspondencia a algunos poemas de Poesía en forma de rosa para conocer a mayor detalle cuáles eran las palabras y el reflejo de su sentir, o su intensión en esa su materia artística.



En Who is me, publicado post mortem en 1980 pero gestado desde hace ya muchos años antes hay un relato casi general de su vida, donde hay una clara confesión de su intensión de abandonar la poesía. Pero es sólo la intensión porque seguía haciendo uso de ella; era más bien como una autodepuración o venganza por no sentirse colocado entre sus lectores, es por eso que vemos una interpelación constante al lector, que viene a reflejar esa demanda de atención. Pasolini nos lleva a la historia de su yo y la poesía, en cómo la estimaba y poco a poco iremos asistiendo al desarrollo de un cambio de consciencia:

En cuanto a mi / a un inocente no le creen nunca / Además está demasiado ocupado pensando/ en un río celeste entre gravas extensas al pie de las/ montañas/ que corre bajo el sol de sus padres/ en otras vidas/ en vidas interpretadas de otro modo/ en otro significado de la vida/ que tampoco es el de los sueños/ si nuestra vida no es más que una sombra/ sobre nuestra verdadera vida que no conocemos/ pp39

Mis sueños íntegros de poesía./ Todo en poesía, podía encontrar solución/ Era como si Italia, su descripción y su destino/ dependieran de lo que yo escribía/ en versos imbuidos de realidad inmediata/ ya nada nostálgica, como si la hubiese conquistado con/ mi sudor. Pp41



Aún aquí hay una confianza y una esperanza en la palabra poética, lo vemos narrado desde la nostalgia por un presente muy diferente del anhelo en aquellos primeros tiempos de su escritura, donde la metáfora y el culto a la naturaleza, a lo bello, era prominente. Nos damos cuenta también que hay una aspiración de la palabra como reguladora del caos y de el poeta como mediador entre ambos. El poeta nos narra su confrontación con el orden político, social y no hay que desatender que esta relación de conflicto va a determinar su manera de asimilar su entorno.

La burguesía italiana que me rodea es una caterva de/ asesinos (…) en el mundo del capital la vida es una apuesta/ a ganar o perder:/ es la condición humana del laicismo burgués./ El que se expone, se confiesa, o no teme el ridículo, / acaba mal: es la ley. Pp45



Este tono ya es de defensa y exposición de su situación, en un tiempo en el que no hay libertad sin hostigamiento, es la vida del poeta maldito quien se convierte en enemigo del stablishment. Sus experiencias le hacen crear el estado de su subjetividad, lo que va a influir no sólo en el resultado de su poesía, sino también en su deseo de dejar atrás la idealización de la poesía y de conseguir una poesía realista arraigada en el presente, no en anhelos ni en el pasado cuando idealizaba al campesinado. Pasolini nos pasea por la historia de su vida, en el que poco a poco va apareciendo el signo de su cansancio por el hostigamiento social:



Y hoy os diré que no sólo hay que comprometerse/ escribiendo,/ sino viviendo: (…) hay que clamar más fuerte que nunca el desprecio/ contra la burguesía, gritar contra su vulgaridad,/ escupir contra la irrealidad que ha elegido como única/ realidad. Pp 47

(…) la droga, el asco, la rabia/ y el suicidio/ son, junto con la religión, la única esperanza que queda: / contestación pura y acción. Pp49



Asistimos a la paulatina transformación, o mejor dicho la conformación de un poeta adulto, experimentado, que desestima el alcance de la palabra poética y propone agregarle además la acción pura y la contestación. Esto es lo que el llamaría un acercamiento a la realidad, a ser un poeta de las cosas, al paso de abandonar un grupo para afianzar una lucha individual contra el poder italiano, a su deseo de ser un poeta civil comprometido con su ciudad, porque ya no es sólo que reprochen su conducta ni que no acepten su poesía, sino que Pasolini discrepa de ese orden de farsa y engaños, del capitalismo invasivo y expresa con su interpelación una intensión de hacer ver su pensar a sus contemporáneos, cegados por la ambición de poder o la defensa por mantenerse en él.



Es importante agregar que además de que el poder se defendiera de Pasolini acusándolo, hay un rechazo de orden moral hacia su persona, por todo lo que el poeta representaba y expresaba no sólo con su palabra sino precisamente también con sus actos. Pasolini entonces confiesa que los verdaderos motivos por los que abandonó un poco la poesía era su deseo de rechazar su nacionalidad italiana y todo lo que conllevaba escribir en esa lengua. Lo que implica una característica de su poesía: la contradicción entre ayudar a que las personas se den cuenta de la farsa a la que contribuyen o la de abandonar a esa su nación que le acusó con creces y que se hacía sorda a su pasión. Esa contradicción está aunada a su condición de cómo él mismo se llamaba: “masoquista, exhibicionista y masturbador”, rasgos de esa naturaleza contestataria y rebelde ante la represión que a su vez le otorgaba un placer estético, su estética de la realidad. Sigue diciendo sobre la poesía:



No es ella pues la que cuenta, / nunca. / Al menos si es concebida como poesía/ La lengua de la acción, de la vida que se representa, / es infinitamente mucho más sugestiva. / Es ella la que se reconstituye – apenas cerrado-/ a partir de un libro de poesía: es ella antes y después: / en el medio hay un vehículo expresivo/ que la evoca, eso es todo. Obra de hechiceros. Pp 67 Esto también te lo he contado/ evitando ser poético/ para que no me leyeras como se lee a un poeta. Pp65



Invitando a la discusión sobre la poesía y la acción y el papel del poeta como mediador hechicero que evoca los hechos de la realidad y los vierte sobre un libro. Es interesante detenerse en la diatriba por la que está desestimando la función de la palabra poética. Porque cuando denuncia los ideales poéticos desarraigados de la realidad los hace dentro del mismo ámbito de la poesía, es decir, no está haciendo un ensayo sobre lo que debería ser la poesía, sino que está escribiendo sobre la poesía en versos poéticos. Y continúa:



¿Es realmente necesario introducir esa lengua viva en una lengua convencional, / para que después se libere y vuelva a ser la que es, / lengua viva, en el lector? (…) nada vale más que la vida. / por eso yo solo quisiera vivir, aún siendo poeta, / porque la vida se expresa también sólo por sí misma. / Quisiera expresarme con ejemplos. / Arrojar mi cuerpo a la lucha. / Pero si las acciones de la vida son expresivas, / también la expresión es acción (…) como poeta seré de las cosas. / Las acciones de la vida sólo serán comunicadas, / y serán ellas, la poesía. Pp 99

Así, Who is me concentra el conflicto de Pasolini con su obra artística y su relación con su entorno social que vino a determinar su manera de reaccionar y de escribir. Acción que explora muchas formas de expresión, como el cine. En el ensayo Quasi un testamento deja un poco al claro esa transición y el estado de las cuestiones en la cultura italiana y sobre su valoración de la poesía y el cine:



“Es una cultura de sedentarios, todos iguales entre ellos, todos pequeñoburgueses y todos integrados. Los católicos están orgullosos de su catolicismo; los laicos, de su laicismo. Las vanguardias son casos de esnobismo y (afortunados los vanguardistas, que siguen siendo tan ingenuos como para creer en estas cosas) ¡de poder literario! No hay que olvidar que Italia es, culturalmente, una provincia. Y no hay que olvidar lo que dice Goldmann respecto de la homología entre una sociedad y las obras literarias que produce. Hay algo de vida en el cine (que es, semiológicamente, un sistema de signos no nacional sino internacional; por lo tanto, los directores de cine están menos condicionados por la mezquindad de su mundo nacional que los escritores).

No, no escribo poesía desde hace dos o tres años. La verdad es que no me lo esperaba. Empecé a escribir poemas cuando tenía siete años, y he seguido escribiendo sin interrupción hasta hace precisamente dos o tres años. ¿Que por qué ya no escribo poemas? Porque he perdido el destinatario. No veo con quién dialogar utilizando esa sinceridad típica de la poesía, que llega incluso a ser cruel. Durante años he creído que existía un destinatario de mis confesiones o de mis testimonios. Pero ahora me he dado cuenta de que no existe; de que con los amigos no es necesarios expresarse a través de la poesía: se expresa uno existiendo. Las exageraciones, los excesos y las ideas de cada uno se expresan viviendo. La poesía necesita que haya una sociedad (es decir, un destinatario ideal) capaz de dialogar con el pobre poeta. En Italia no existe tal sociedad. Existe aún un buen pueblo simpático (especialmente allí donde no llegan los periódicos ni la televisión) y una pequeña élite de burgueses cultos y desesperados. Pero una sociedad con la que uno se pueda poner en contacto a través de la poesía no existe. (Lo digo porque un poeta ha de tener ilusión, pero cuando la ha perdido no debe figurarse que la tiene todavía).

Sólo hay una cosa esencial en una buena película: el hecho de que en la pantalla pase algo real. El arte es una concepción: es un sistema estilístico dentro de un sistema lingüístico. Es un mensaje dentro de un código. Esto conlleva muchos compromisos. Por supuesto, la forma más pura de arte es el silencio absoluto de los poetas que no escriben”





Para hacer una muestra mayor de análisis de esa poética de Pasolini, vamos a verlo reflejado en algunos de sus poemas reflejados en Poesía en forma de rosa. Libro del que se ha dicho, representa un quiebre en la poesía pasoliniana. Porque expresa con claridad y con belleza las razones para desestimar la poesía y el carácter conflictivo de su relación con la palabra.

Irreal es toda idea, irreal toda pasión/ de este pueblo desde siglos disociado, / cuya suave sabiduría, si le ayuda a vivir/ jamás le ha liberado. / Mostrar mi rostro, mi delgadez/ alzar mi pueril, solitaria voz, / carece de sentido: hábito crea la vileza/ de ver morir en forma atroz/ a los demás con la más extraña indiferencia. / Yo muero y también eso me hace daño. En La Realidad, Guinea. Pp17

Ah, sí, burguesía / claro que quiere decir hipocresía, pero también / odio. El odio exige víctima y la víctima es una. En La Realidad, Poesías mundanas. Pp 23



Los poemas aquí recogidos fueron escritos entre 1961-1964 y contienen el sentimiento de un poeta en su etapa de fama y miseria moral. De viajes realizados gracias a sus películas. Pero de una gran desilusión y en apariencia conformismo de no escuchar resonancia a sus escritos y a su obra en general. Ya no es el cine, la salvación y la puerta de escape para lograr esos ansiados destinatarios sino que en general su persona es juzgada e ignorada.

Y yo, incapaz ya de comprender/ qué gozaba del poder de interesarles, / de tener significado para ellos, / de moverles a la risa, al llanto, / era un trozo viejo de periódico, / arrastrado por el nuevo viento/ entre sus pies de Ángeles. En El libro de las cruces, La nueva historia. Pp 98

Corazón de los hombres, que yo ya no sé/ como hombre, un juzgar, ni amar, / forzado como estoy aquí, / en el fondo del mundo, a sentirme diferente, / perdido a todo el amor de juventud. En La Realidad, Buscando casa. Pp 35



Como una reminiscencia de ese viejo saltimbanqui al que hace referencia Starobinski, donde ya hay una rendición por la palabra ignorada. Como si se hubiese desgastado aquel viejo fulgor de los primeros años en que la ilusión y el entusiasmo colman el espíritu del poeta. Ahora no, ahora hay una necesidad de ser escuchado, de hacer convocatoria para obtener una reacción en los destinatarios: Y, yo, feto adulto, doy vueltas y revueltas, / más moderno que todos los modernos / buscando hermanos que ya no existen. En La Realidad, Poesías mundanas. Pp 28



En Poesía en forma de rosa se expresa poéticamente aquello que nos cuenta Pasolini en Who is Me. Libro tras libro va dándonos trozos de su estética de la propia realidad. Y no es que haya un conflicto con la poesía, porque siguió haciendo uso de ella como ya se ha dicho, pero si se enfrenta ante la verdadera función de su papel como poeta: su poesía expresa un testimonio personal de sus cuitas, no eran cualidades de falsa víctima lo que perseguía mostrar Pasolini en su poesía, era la expresión sublime de su realidad transmitida desde la impotencia y el espíritu rebelde. Siempre parece curioso e interesante esa contradicción de muchos poetas en pretender cambiar al mundo con su palabra, ennoblecer los espíritus y conseguir la identificación de sus semejantes, siempre desde la libertad expresiva y vital pero a la vez está la contradicción de si esa palabra será más efectiva que la acción de la propia vida sin su evocación poética. El problema nace cuando esta poesía reaccionaria intenta armonizar ambos ámbitos por demás distintos y en apariencia irreconciliables. Y así, no conseguir ese deseo genera una nueva poesía, esta vez del tipo Pasoliniana, de poeta que rechaza la abnegación:



Sin embargo, yo –como en el sueño-/ me emperro, en mis ilusiones, dolorosas, / de lombriz paralizada por fuerzas incomprensibles: / << ¡No, no que es sólo un sueño!/ ¡La realidad está fuera, en el sol triunfante, / en las alamedas y en los cafés vacíos/ en la suprema afonía de las diez de la mañana, / un día, con su cruz, como todos los demás!>> En Una desesperada vitalidad, Las bonitas banderas. Pp 127



Con el siguiente poema quiero dar fin a mi ensayo de mostrar con la propia poesía pasoliniana el toque con el que Pier Paolo Pasolini nos da luces de su lúcida consciencia de ser una víctima sacrificial de su tiempo, maldito por los mismos hados del destino, y no tiene otra intensión que mostrar que Pasolini aunque pretendiera ser un poeta de las cosas, un poeta civil, lograba por el contrario ser dueño de una palabra bella y profunda, refejo sí de su realidad al borde del abismo:



Una desesperada vitalidad. VII

<
y serás ingenuo y amable, fiel y equilibrado,

tendrás una infinita capacidad para obedecer

y una infinita capacidad para rebelarte.

Serás puro.

Por eso te maldigo.>>



Veo todavía su mirada

Llena de piedad – y del ligero horror

Que se siente por quien la inspira,

- la mirada con que se sigue

a quien va sin saberlo hacia la muerte

y, por necesidad que domina al que sabe y al que no,

nada se le dice –

veo todavía su mirada,

mientras me alejaba

de la eternidad – hacia mi cuna.


Arisleidy Guevara

Pier Paolo Pasolini: El cine como revelación



Sólo hay una cosa esencial en una buena película:
el hecho de que en la pantalla pase algo real.

Pier Paolo Pasolini

Casi un Testamento

Adriana Rojas


Para Pasolini siempre fue importante que la razón de su poesía fuese comunicarse con la sociedad, hacerlos recapacitar y que cambiaran su actitud; debía existir un destinatario al que le llegara todo aquello que creía importante compartir: la realidad de la clase proletaria de la Roma de su época. Sin embargo, en un determinado momento de su vida experimenta una crisis lingüística en la que siente que el lenguaje ya no transmite lo que solía, y por lo tanto la poesía ya no tiene ninguna función. Es decir que comienza a darse cuenta de que la eficacia de la palabra poética como medio de comunicación ha disminuido, y que ya nadie lo está escuchando. Explica en su poema Who is me: “Respondía siempre que lo hacía para cambiar de técnica, que necesitaba una técnica nueva para decir una cosa nueva, o bien, al contrario, que decía siempre lo mismo, y por eso tenía que cambiar de técnica: según las variantes de mi obseción”. Por esta razón, Pasolini se inclina al cine como una forma de hacer poesía con las imágenes, pero más realista que la que crea con las palabras; para él las imágenes acercan más a la realidad de ese proletariado.
Creía en el cine como una manera de intervención más radical en el proceso histórico; siente una fascinación por la situación del tercer mundo, constituido por el campesinado. Pasolini se siente determinado por su procedencia campesina, y demuestra un reconocimiento solidario con ese proletariado marginal, utilizándolo como foco poético. Aun así, no abandona la poesía, nunca lo hace, pues siente que esta deriva hacia el cine no es más que una solución momentanea.
La realidad a la que Pasolini se refiere es aquella que realmente se presenta, y no la que la alta burguesía y los centros de poder creen, o quieren que otros crean. De allí que sus producciones fuesen condenadas y juzgadas por ellos, pues no podían creer que el proletariado viviera de manera tan cruel.
Siendo esta su meta principal, dice que el cine es una explosión de su amor por la realidad, porque no debe usar filtros entre él y ésta. Pasolini se siente parte de toda esa realidad, en la gente, e incluso en los árboles.
Su obra cinematográfica es bastante amplia, pero es en algunas obras más que en otras que se refleja esa realidad a la que intenta hacer referencia. En 1961 se estrena Accatone, una historia que se centra en las artimañas y vivencias de un individuo que forma parte del proletariado: Accatone. Cuando Pasolini habla de mantenerse cerca de la realidad, lo hace a través de historias como ésta, en donde los jovenes personajes son la expresión de la problemática de la juventud proletaria de la Roma de la época; es una manera de describir la miseria del mundo en el que viven. Incluso los paisajes son de gran importancia para él, pues reflejan la verdadera situacion: las casas son bastante rurales, los enceres son escasos, así como la comida que parece no aparecer con frecuencia.
La historia se desarrolla en torno a una sociedad Napolitana, en donde Accatone y sus compañeros no hacen otra cosa que manejarse en los bajos ámbitos de la sociedad. Accatone, es mantenido por una prostituta, no trabaja e incluso roba a su propio hijo, para comprar zapatos a una mujer. Lo que Pasolini intentaba demostrar es lo perdida que se haya la sociedad, en donde los valores no son importantes por no decir inexistentes, y la vergüenza no es un problema; reina el abuso contra la mujer, y la ley (si es que hay algo parecido) parece importarles muy poco. No hay respeto, conciencia, culpa o consideración, por una razón: hambre.
En esta historia parecen ser sólo las mujeres las que trabajan, y el camino más sencillo es la prostitución. Esta es la manera en la que Accatone se aprovecha de Stella, una joven recien llegada a la ciudad a la que éste introduce en su mundo.
No es de asombrarse que la burguesía de la época se horrorizara y sintiera su sensibilidad herida, negándose a creer que lo que mostraba Pasolini era real; y es que parece increible que estos personajes vivan tan descaradamente, sin sentir culpa por nada de lo que hacen.
A pesar de lo cruda que pueda parecerle a muchos la realidad, Pasolini transmite inteligentemente su sentir hacia esta situación en boca de sus personajes: “Es afortunada de ser inocente y no ver el desastre que la rodea”(Accatone).

Aun cuando Accatone parece querer enderezar su vida, y consigue un trabajo, por ser mucho lo que trabaja y poco lo que gana, cae nuevamente en la delincuencia por las mismas razones que antes: para poder comer.
En este punto, Pasolini no pudo ser más explícito en su proyección de la realidad; intenta ilustrar cómo para el proletariado poco importa lo mucho o poco que trabajen, siempre se encuentran en la pobreza, pasando hambre. Por ello, es más sencillo para ellos tomar el camino que les parece más fácil: la prostitución y la delincuencia. Es la situación de victimización del menos poderoso o subordinado, por parte de las altas élites.
Esta pelicula ilustra la historia de una supervivencia, en donde Pasolini deja ver su adhesión al pueblo marginado; es parte de ese compromiso implícito que tiene el poeta con su comunidad.
Finalmente Accatone muere, y a pesar de la crudeza psicológica que estas imágenes puedan representar (para algunos), la muerte para él pasa a ser un alivio, porque después de todo lo que ha hecho en su vida, llevado por las circunstancias y sus propias decisiones, ha encontrado paz.

Pasolini no se detiene aquí, en 1962 produce Mamma Roma, cuya trama se encuentra en consonancia con algunos de los temas que plantea en Accatone, como la prostitución. Mamma Roma es una prostituta retirada que deja su vida atrás y se dedica a trabajar para mejorar sus condiciones, y así darle una vida buena y respetable a su hijo Ettore. Ettore tiene 16 años, y ha tenido que crecer solo, su madre decide llevarselo a Roma, aunque él no esta de acuerdo. Ella logra convencerlo con una frase que parece muy significativa, y que pone de manifiesto lo dificil que ha sido la vida de estos personajes: “Tu no sabes lo duro que puede ser el mundo”. Todo lo que Mamma Romma quiere es construir una mejor vida para ella y su hijo; hay una necesidad y un deseo por ascender a un estatus mayor, y salir de la pobreza del proletariado. Mamma Roma se muda a un mejor lugar, y le aconseja a Ettore hacer amistad con los jovenes de allí, por ser “trabajadores y estudiosos”.
Pero estos chicos no son más que ladrones con mascara de niños buenos, y a la llegada de Ettore, el grupo ejerce en él la misma influencia que ejercía Accatone en Stella, arrastrándolo por el mal camino. Quizás Pasolini pretende demostrar que no por tener dinero y educación sean mejor que los demás, viven sólo bajo una apariencia para ocultar lo que realmente son.
Ettore no se desvía sólo por la influencia de las compañías, sino por el deseo de obtener dinero, más aun cuando aparece Bruna en su vida. Todo se resume a esa necesidad de dinero y de hacer lo que sea para obtenerlo.
Aunque Mamma Roma se empeña en que Ettore tenga una buena educación y un trabajo decente que lo ayude a salir de aquellas malas compañías, el hecho de no tener ninguna preparación, no le da muchas opciones. Se presenta la situación del campesino, y lo poco que logra en la vida por no tener una educación.
Cuando se es parte de ese grupo marginado, las circunstancias los llevan por caminos que no desean pero que les permiten sobrevivir de alguna manera, como le sucede a Mamma Roma, quien en un momento determinado de la historia es acechada por su antiguo proxeneta, para que le de dinero, teniendo que volver a las calles. Pero para Ettore todo fue diferente, pues su madre le daba todo lo que podía necesitar, y aun así escoge el camino “facil” de la vida que lo llevan a la carcel y finalmente a la muerte.
Es posible que además de seguir exponiendo la dificil realidad del pueblo, Pasolini intente exponer a esa parte del proletariado que no desea salir de donde está, siendo su “mejor” opción continuar por ese camino tanto como les sea posible.

De las obras de Pasolini, quizás una de las que refleja más crudamente la realidad de la clase más pobre de Roma, es el segmento La Ricotta de 1963. Esta corta historia se desarrolla a través de la puesta en escena de una obra sobre la Pasion de Cristo, en donde expone una crítica social bastante dura, en la figura de Stracci. Stracci es un hombre pobre que muere de hambre, mientras hace el papel de extra (el ladrón bueno) en la obra. En la búsqueda de algo que comer, Stracci consigue un paquete de Ricotta que come con avidéz, y que desafortunadamente le produce indigestión y muere. Aunque parezca un chiste cruel, Stracci es la representación de ese hombre pobre al que Pasolini quiere sacar de la oscuridad, aunque sea por un momento, y convertirlo en el centro de atención y no en ese ser que nadie mira sino hasta que ya es demasiado tarde: “Pobre Stracci, haber tenido que morirse para hacernos ver que estaba vivo”(La Ricotta).
Además de resaltar la pobreza, Pasolini aprovecha para hacer una crítica muy directa a la burguesía de la época; califica a la sociedad Italiana de pueblo ignorante y la burguesía más inculta.
Pasolini utilizaba personas del pueblo o cónsonas a los personas que estaba creando, en lugar de actores profesionales, porque tenía la firme creencia de que le aportaba mayor realismo a la producción:
“El problema de los actores es un problema real. Yo sé claramente que la cámara -al menos en mis films- está fuera de la realidad. Es imposible la manipulación. En el momento en que existe un mínimo de manipulación y de habilidad, esto se refleja como insincero, como estructura, y no como poesía. Sabiendo esto, no puedo basar mis películas sobre la habilidad o sobre la capacidad de esconder las cosas. Porque si escojo un hombre para hacer un personaje, lo que ese hombre es en realidad, aparecerá fatalmente; en el cine no puede permanecer oculto. Si uno debe interpretar un santo debe ser uno que tenga algo de santo dentro de sí mismo; si el protagonista es un loco debe ser un auténtico loco. No creo en mi habilidad ni en la del actor. No escojo nunca un actor pensando en mi capacidad para poderlo transformar ni me fío de su capacidad para comportarse como algo diferente de lo que es. Por esto escojo a mis actores de un modo que casi se puede llamar extravagante. Los escojo de la calle, improvisándolos, tomándolos como parte de la realidad…”
Aunque sus peliculas le trajeron toda clase de consecuencias judiciales, por la necesidad de la burguesía de encontrar un chivo expiatorio, que les sirviera de excusa para ocultar sus propias faltas, Pasolini no abandona su proyecto de expresar y describir en imágenes lo que es obvio, y nadie parece ver.


Tanta era su confianza en el arte cinematográfico como ente comunicador, que en los años setenta y despues de la producción de sus primeras peliculas, Pasolini entra en un debate con el crítico y director de cine francés Eric Rohmer, por sus ideas a cerca del cine. Sus opiniones se establecían a partir de teorías como aquella en la que Pasolini afirma que existía un cine moderno, que debía ser entendido como “cine de poesía”, y un cine antiguo que debía ser entendido como “cine de prosa”. Pero en este punto, Rohmer disiente de Pasolini diciendo que para él “existe una forma moderna de cine de prosa”, en donde la poesía esta presente sin tener que ser buscada.
Por otro lado, Pasolini defiende el cine como medio comunicativo, poniendo de manifiesto que aun cuando este no esté fundamentado en las bases del signo lingüístico, como parte de una gramática discursiva, el cine sí comunica. Explica su teoría diciendo que el signo lingúístico no es el único sistema de signos posible, sino que podrían existir otros como el sistema de signos mímicos, que se encuentra automaticamente ligado al de signos lingúísticos. Siendo entonces el cine un gran compendio de gestos e imágenes, sí ejerce una función comunicativa en, como dice Pasolini, “signos mimicos”, (Im-signos).
Todo se resume a la ciega creencia que tiene el poéta en la cámara cinematográfica, en donde no necesita ningún tipo de mediación lingúística, pues a través de las imágenes se suprime el hecho de tener que narrar, convirtiéndolo en un medio más directo y efectivo.
Llegado este punto, Pasolini habla de la diversidad de la imagen para cualquier uso, dice: “Si por azar quisiéramos imaginar un diccionario de las imágenes deberíamos imaginar un diccionario infinito, como infinito sigue siendo el diccionario de las palabras posibles”. Quiere decir que el autor tiene un repertorio infinito de imágenes que puede utilizar, depende de él la manera en que lo haga; a partir de allí, se crea un lenguaje cinematográfico que se convierte en el estilo propio de cada autor. Esta es la teoría en la que parecen estar de acuerdo Pasolini y Rohmer.

A partir de aquí, puede hacerse la pregunta: ¿Cuál es el estilo que determina a Pasolini? Pero no sería correcto encasillar al poeta en un estilo en particular, pues debido a la crisis que experimenta en determinada etapa de su vida, se aventura en la exploración de otras formas. Algunas de sus creaciones, se alejan un poco de sus antiguos métodos, en Teorema por ejemplo, abandona la problemática del proletariado y se concentra en la familia burguesa, trabaja con actores profesionales, y en lo que se refiere a la parte escrita, se acerca más a la prosa narrativa.
Pasolini nunca se aleja de su compromiso con la sociedad; apela a aquellos recursos con los que se sienta cómodo en cada período de su vida, siempre en pos de un mismo objetivo: la expresión de la realidad. Y de la misma manera en la que Rohmer confía en el surgimiento del arte poético sin tener que ser buscado, Pasolini confía en lo que su intuición le dicta para realizar sus peliculas: “No lo elijo jamás. Siempre parto de una idea. En un momento determinado me surge la idea, la intuición, que casi siempre es una intuición formal de un film. Siempre ha sido así: me ha venido la idea y he tenido la visión de que éste era el film que debía realizar”
Por lo tanto, y si de estilo se trata, Pasolini navega por un mar de aguas intranquilas, en donde puede que el abordaje de sus preocupaciones varíe, pero nunca deja de lado su mayor interés, y la sustancia de su estilo discursivo: la manifestación de un pensamiento ideológico, fundado en aquello que compone la realidad de su sociedad.


Referencia Bibliográfica


Accatone, Pier Paolo Pasolini, Arco Film,1961, Drama, 120 m

Mamma Roma, Pier Paolo Pasolini, Arco Film, 1962, Drama, 106 min

Ro.Go.Pa.G. Pier Paolo Pasolini (segmento La ricotta), 1963, Comedia, Drama. 35 min

Pier Paolo Pasolini contra Eric Rohmer.Cine de poesía contra cine de prosa.(1976) Barcelona: Anagrama

Who is me. Poeta de las cenizas (2002) Barcelona: DVD ediciones

Pier Paolo Pasolini: A Film Maker's Life,Carlo Hayman-Chaffey,1971. Documental. 29 min

Cortés, José Ángel. Entrevista con Pier Paolo Pasolini, en Adversus: Revista

semiótica. Documento en línea: http://www.adversus.org/indice/nro4/dossier/dossier_entrevista.htm

Recuperado: 10 de Enero 2010

Por una estética de las cenizas

Eduardo A. Elechiguerra R.

Todo, en la poesía, podía encontrar una solución.
Era como si Italia, su descripción y su destino,
dependieran de lo que yo escribía,
en aquellos versos imbuidos de realidad inmediata,
ya nada nostálgica, como si la hubiese conquistado con mi sudor.
una situación económica:>
no importaba que fuera rico en cultura y amor,
importaba mucho más que yo, ciertos días,
no tuviera siquiera cien liras para un afeitado:
mi situación económica, aunque inestable y disparatada,
era por entonces, en distintos aspectos,
similar a la de la gente entre la que vivía:
en esto éramos verdaderos hermanos, o por lo menos iguales.
Por eso, creo, pude comprenderlos muy bien.

(Who is me. Poeta de las cenizas)

Como ya hemos discutido a lo largo de estos cursos sobre bufones, escribir es desdoblarse. Es como si una parte del artista se fijara en un sitio concreto, se tallara en madera o se esculpiera a sí mismo en piedra. Puede decirse que escribir es permanecer dándole forma a la piedra, a la madera o a otro material. Coagular una voz, una mirada y un ritmo en signos transforma al artista en un sujeto de referencias, de grafías y de sentidos que estallan en su obra.
Esa red de rasgos cuajados en la obra es su estética: en ella hay fijada una filosofía del arte y una teoría de la belleza. Si la poética es la creación, la estética es su percepción, su búsqueda. La estética es el germen de la poética. Porque ¿cómo puede haber creación sin percepción?
Para la estética, la percepción es la herramienta de su teoría y de su filosofía. Percibir es elaborar vínculos en torno a lo que se recibe: la realidad es transformada en símbolos. Por ello, como ha dicho Hegel, lo bello es “la aparición [o manifestación] sensible de la idea” o, como le traduce De Man, “lo bello es simbólico” (134)
Este breve esqueleto teórico lo armo para intentar acercarme a una estética que atraviesa algunas obras, entre poemarios y películas, de Pasolini. Su voz y su mirada no están sólo atentas a la pobreza de Italia y a la manera de retratarla, sino que con ellas también asume una postura política. Entre tantas palabras pesadas (belleza, estética, política, ética, símbolo…), me detendré o haré un paréntesis para alivianar ideas que sólo pretende ser un acercamiento a una obra tan franca y aguda como la de Pasolini; ideas que parten de impresiones ante imágenes, tanto poéticas como cinematográficas. Porque plantearse una teoría, así sea un esbozo de ella, es darle forma a impresiones y sensaciones, más que a abstracciones, dentro de un discurrir.
En principio, el rasgo esencial de esta estética pasoliniana es el de las cenizas. Es esencial porque caracteriza su obra en diversos niveles. Por un lado, las imágenes en su Poeta de las cenizas, aunque la suya sea una poesía casi desnuda de ellas, están escamoteadas por adjetivos empantanados de arrabal y de pesimismo, de mitos desmoronados y disgregados (53), del sujeto “masoquista, exhibicionista e masturbador” (31) que (d)enuncia, del sudor que conquista la tierra con su palabra, ya no con su acción, palabras que indagan en el sin-lugar del pobre, en la precariedad de toda una cultura deteriorada en los extremos de sus clases sociales. Si se relacionan estos adjetivos con las imágenes de sus películas, poseen poca nitidez, algunas parecen incluso granulosas hasta crear una mayor sensación de aridez en los ambientes que están los personajes (Accattone y Pajaritos y Pajarracos, por ejemplo). Otras parecen neblinosas, como si sus personajes estuvieran aislados en su decadencia, desintegrados por esa granulosidad que los asemeja a figuras de polvo (Saló o Teorema). Sus planos aíslan a los personajes en sus disertaciones y en su propio entumecimiento. La familia pequeñoburguesa de Teorema o los viciados de Saló parecen hipnotizados por su indiferencia, mientras que la picardía del nieto en Pajaritos y Pajarracos o de Accattone los envuelve en su propia malicia, que es su comeida y su tragedia, respectivamente. Además, los diálogos reclaman hambre como la del perro más desnutrido (Accattone y Pajaritos y Pajarracos) y los silencios están devorados por un apetito sexual desenfrenado. Dos apetitos distintos, aunque de igual necesidad, se entrecruzan en ambas clases sociales.


Por otro lado, la trama siempre alude a la pobreza o a los paisajes campesinos, áridos de poder y con sudor de malicia y trabajo. Tal vez la reincidencia en este tema pueda pecar de insistente, pero nunca parece simplificado por una ideología que le desgaste las imágenes. Su poesía y su cine no pierde su necesidad de franqueza. Finalmente, el título en inglés, Who is me, y en español, Poeta de las cenizas, propone toda una disertación sobre hacerse una auto(biblio)biografía a través de un poema. Como si preguntarse sobre uno mismo dejara sólo lugar a la incertidumbre en la Modernidad desde hace tiempo tan incrédula y crítica. Como si la poesía sólo pudiera recuperarnos a través de las cenizas, difícilmente desde la unidad. Tal vez sea un juego de traducción sin mucha intención detrás, pero me lleva a preguntarme sobre esa estética de las cenizas pasoliniana, que muestra su poesía de la manera más descarnada. Pasolini desgrana lo bajo, lo sucio y lo pobre del ser humano sin situarlo únicamente en una clase social, sino difuminando los límites con ironía. Su estética de las cenizas, que es estética de la pobreza y de la Italia, es una disección de la belleza entre el poder y la víctima, entre la religión y el pueblo, y entre la poesía y el cine. “Disección” suena a muerte, a rigidez y a cadáver, pero es que la voz de Pasolini divide, cuestiona, obliga a tomar una postura ante lo que muestra, sobre todo en su cine y en algunos cuentos leídos. Apela a la rabia y al escándalo para llevar a cabo una acción real, que el artista sea “contestación viviente” (37). En un fragmento del poema Poeta de las cenizas, Pasolini dice (las cursivas son de mi parte):


Y hoy os diré que no hay sólo que comprometerse con la escritura,
sino con la vida:
hay que resistir en el escándalo
y en la rabia, más que nunca,
ingenuos como cabritos en el matadero,
enajenados como víctimas, precisamente:
hay que clamar más fuerte que nunca el desprecio
contra la burguesía, gritar contra su vulgaridad,
escupir contra la irrealidad que aquella ha elegido como realidad,
no ceder ni en un acto ni en una palabra
en el odio absoluto contra ellas sus policías,
sus jueces, sus televisiones, sus periódicos:
y aquí
yo, pequeñoburgués que lo dramatiza todo,
tan bien educado por una madre de dulce y tímida alma
de la moral campesina,
quisiera hacer un elogio
de la inmundicia, la miseria, la droga y el suicidio
:
yo, poeta marxista privilegiado,
que posee instrumentos y armas ideológicas para combatir,
y suficiente moralismo para condenar el puro acto de escándalo,
yo, hondamente respetable,
pronuncio este elogio, porque la droga, el asco, la rabia
y el suicidio
son, junto con la religión, la única esperanza que queda
:
contestación pura y acción,
con la que se mide la enorme sinrazón del mundo.
No es necesario que una víctima sepa y hable. (48)


Ahora, el riesgo que surge con esa muestra descarnada, con ese fundarse en un elogio a la inmundicia, la miseria, la droga y el suicidio, es convertir sus imágenes en pornografía. Tal vez sea más visible en su cine que en su literatura. Con esa muestra desenfrenada de Saló o los 120 días de Sodoma o Los cuentos de Canterbury, lo que falta es preguntar por el límite que le pone la ética a la estética. ¿Acaso la percepción no conlleva a formarse un juicio (y viceversa, un pre-juicio reformulado por la percepción)? Si toda expresión es necesidad y no capricho, queda preguntar qué hay de necesario en algunas de las escenas de Saló, una película que pierde además la picardía de Los cuentos de Canterbury o Las mil y una noches, para ser un retrato del poder más envilecido.
Así, toda percepción conlleva una complicidad. Buscar la belleza implica comprometerse (sin la connotación politiquera, más bien como si la sensación fuera meterse en la belleza) con la manera de conseguirla, por ende, de transformar la realidad. No se trata de cuestionar las decisiones estilísticas de un artista, sino de no dejar de lado lo que ellas conllevan dentro de la sociedad. De esta manera, Pasolini va construyendo una obra de cenizas a partir de esos seres desintegrados, pobres de alimento o pobres de cuerpo, que vagan por Italia o se creen los dueños de ella, pero que terminan gritando entre el desasosiego y la indiferencia.
Antes de terminar quisiera detenerme en la manera como esa aridez de su palabra y de su imagen (poética y cinematográfica) va desgranándose en otros de sus libros. Su poesía temprana, en Del Diario, no está sofocada por la crueldad de Who is me, pero es como si sus imágenes de los paisajes estuvieran heridas por una incertidumbre constante. La alegría pueril de la vida en Casarsa se interrumpe con una ansia de soledad, aridez de la palabra: “Dios mío, remueve las palabras// que desde hace dos mil años me distraen// de mi soledad…” (91). En los versos de estos poemas se engendra el desierto en el que viven los personajes y las imágenes de Pasolini. Su comunismo no está fundado en ideas, sino en el resquebrajamiento del lenguaje, en el “peso de errores nunca expiados,// odio evocado en la voz de la lengua// saturada de amor, Ofelia,// Francesca, el ruiseñor… Oh guerras// en el recuerdo nuestro atormentado// por cañones en los Alpes donde husmean// caballos de los hunos –la palabra de Europa mana sangre” (ibid). A su vez, Las cenizas de Gramsci compone retazos de esa Italia desértica, todavía no cruel, pero desintegrada en incertidumbre “Y cuanto más crecen// los gritos (y el odio en el corazón), // más desnudo se vuelve el desierto// de la tarde en donde el habitual// y perezoso susurro se ha extinguido…” (49). Así, la Italia de Pasolini está desintegrada en esa desesperación que “crece en el hombre// que no sabe qué luz lleva dentro de sí” (ibid), y engranada en esos gritos de soledad que son sus imágenes de denuncia y renuncia. La renuncia al silencio y a la soledad es denunciar la decadencia de unas clases aisladas, de una pobreza que corroe a unos y a otros, igualándonos en el asco de la indiferencia y el egoísmo. La estética de Pasolini es de cenizas estériles que queman la tierra y la vuelven árida, es la desintegración de la cultura y su muerte soterrada. O tal vez su estética sea una búsqueda de cenizas (¿y de belleza?) después de la muerte.


BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
De Man, P. (1998). La ideología estética. Cátedra: Madrid.
Hegel, F. (1948). De lo Bello y sus formas- Estética. Espasa Calpe: Buenos Aires.
Marinello, S. (1999). Pier Paolo Pasolini. Cátedra: Madrid.
Pasolini, P. (1961). Accattone.
-------------. (1975). Las cenizas de Gramsci. Visor: Madrid.
-------------. (1972). Los cuentos de Canterbury.
-------------. (2002). Del Diario (1945-1947). Editorial Brujas: Córdoba (Argentina).
-------------. (1997). Historias de la ciudad de Dios. Eudeba: Buenos Aires.
-------------. (1974). Saló o los 120 días en Sodoma.
-------------. (1967). Teorema.
--------------. (1966). Uccellacci e uccellini.